¿Dónde está Santiago Maldonado?
Por María Eugenia Paz y Miño*
Especial para Firmas Selectas de Prensa Latina
A partir del instante en que Cristóbal Colón y sus secuaces llegaron al territorio de Abya Yala, las problemáticas alrededor de pueblos, naciones, nacionalidades, pueblos originarios o indígenas, no han sido resueltas. En un principio, no solo se cometió contra ellos genocidio, sino se les privó de su presencia en el mundo como “seres humanos”, negándoseles el “alma”, concepto que en aquellos tiempos implicaba lo que hoy se entiende como persona y ciudadano. Amparados en este argumento, justificaron la explotación.
Desde los inuit al norte del continente americano hasta los mapuches en el sur, todos y cada uno de los pueblos, cuyos ancestros se enfrentaron a la conquista y colonización europea, no terminan por arreglar sus diferencias con Occidente.
Al no pertenecer o no adherirse a los esquemas políticos, económicos, sociales y culturales impuestos, han sido considerados de menor valía, atrasados, subdesarrollados e incluso salvajes y primitivos. Tal corriente de corte colonizante se manifiesta en la actualidad con diferentes terminologías y discursos. Y los Estados mantienen una gran deuda con las comunas y comunidades indígenas; de hecho, las más pobres, más marginalizadas e incomprendidas.
Las diferentes entrevistas al Lonko (autoridad) del Lof (comuna o comunidad) de Cushamen, Facundo Jones Huala, dan cuenta de esta mentalidad colonial, encargada de “arrastrar” a un público alienado por el oropel del mundo de la televisión y el consumismo, a que concluya lo que los entrevistadores o entrevistadoras quieren con sus “análisis” cargados de indignante etnocentrismo y falta de respeto al interlocutor.
“Usted me habla como a su empleado”, debió decirle Jones Huala a uno de estos, desde la cárcel en Esquel, donde está apresado por protestas contra los abusos del magnate Benetton, propietario de más de 900 mil hectáreas en la Patagonia argentina. A Jones Huala se le ha considerado líder de la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), aunque un comunicado de esta agrupación lo niega (goo.gl/tAKGG4). La detención es concebida en varias instancias como arbitraria e ilegal.
Las tierras de los mapuches sufrieron desmembramientos desde la Colonia. Incluso se les cambiaba papeles y trazos, y se les estafó en miles de hectáreas, motivo de las luchas de la RAM, a veces dada a conocer como Resistencia “Armada” Mapuche. Los planteamientos de esta agrupación coinciden con los ideales de varias organizaciones y comunidades, entre los que se encuentra la devolución a los mapuches de unas 10 mil hectáreas de las casi un millón que mantiene el italiano Luciano Benetton y la transnacional de su nombre.
La denominación “armada” de la RAM no es en nada comparable con el concepto de uso de las armas dentro de las guerras imperialistas, el terrorismo o la delincuencia. Sin embargo, a través de ciertos medios de comunicación se ha hecho aparecer a los mapuches como “terroristas” y detentores de armas, cuando en la práctica su arma más sofisticada es la honda de revoleo (una piedra con cordón), utilizada para defenderse de la represión. La resistencia de los mapuches ha sido percibida como violencia, pero no se cataloga de violencia la explotación, el empobrecimiento, la discriminación, la marginalización a la que ellos han sido condenados.
Al darse cuenta de que las vías pacíficas, legales y constitucionales propuestas se les agotaban, y con el ideal de reconstruir el mundo mapuche sacándolo primero de la miseria económica, empezaron a enfrentarse -junto a otras comunidades rurales- al sistema neoliberal, a los terratenientes, latifundistas, empresas de turismo de élite y transnacionales que ocupan a la gendarmería para resguardarse.
“Nosotros siempre estuvimos acá […] hace miles de años”, indica Facundo Jones Huala. Y tiene razón. Los títulos de propiedad, el concepto mismo de propiedad privada sobre las tierras son un invento de Occidente. Los pueblos originarios debieron aceptarlo y acogerse a las leyes y normativas, cuestión que ha sido aprovechada para reducirlos, engañarlos y tergiversar el contenido de los linderos. Lo propio ha sucedido en toda América.
Como desde el Estado argentino y desde el Estado chileno se ha discriminado a los mapuches y se ha pretendido a toda costa convertirlos a la forma de vida occidental, ellos no se definen ni como argentinos ni como chilenos. Sin embargo, aceptan la presencia de ambos Estados y piden se respete lo que indica el artículo 75, inciso 17, de la Constitución argentina “acerca de la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas”. Y como en tal preexistencia étnica ellos siempre se estuvieron moviendo entre Chile y Argentina, resulta conflictivo que se sujeten a fronteras creadas con posterioridad.
El artículo en cuestión garantiza el respeto a la identidad, a la propiedad comunitaria de las tierras, a la gestión de los recursos naturales en los territorios indígenas, en este caso, mapuches. Al no entenderse el asunto, se cree erróneamente que ellos quieren armar un nuevo Estado entre Argentina y Chile. El problema radica en que lo dicho por la Constitución no está reglamentado y por tanto no se ha procedido, en la práctica, a solucionar temas de usufructo de tierras rurales y comunales mapuches.
Para Jones Huala, quien sí vive en una especie de Estado aparte, es el inglés Joseph “Joe” Lewis (considerado entre los 300 más ricos del mundo y propietario de unas doce mil hectáreas en el área de El Bolsón), quien no deja entrar a los mapuches -ni a nadie- a la zona, en donde además hay un lago (Lago Escondido). Ha habido decenas de protestas por parte de mapuches y demás pobladores. Lewis mantiene el derecho sobre el lago, tesis que para los mapuches es inconcebible, dado que en su cultura el agua no puede ser propiedad privada de nadie. Idea arraigada en todas las culturas indígenas americanas. Para pueblos indígenas el agua no es un “recurso”. La relación con ella está atravesada por conceptos de filiación y crianza.
Desconociendo la profundidad de la problemática, se le increpa a Jones Huala tildándolo de “conservador”, por el hecho de que los mapuches defienden una propiedad de hace miles de años. Se confunde asimismo las diferencias entre Estado, nación y nacionalidad, como bien hace notar el hermano mapuche, cuando da el ejemplo del Estado plurinacional en Bolivia. Pero la posibilidad de lo plurinacional aún está limitada en Argentina, por ser un país cuya identidad cultural se percibe como unívoca, desconociendo la presencia real de los indígenas o argumentando que son una minoría que no justifica un Estado plurinacional.
Jones Huala cuestiona, pues, a ese Estado que jamás se ha interesado por los mapuches y a la democracia del voto, que no les ha garantizado tratarlos como integrantes de la sociedad, por haberse erigido la sociedad argentina y la chilena sobre la base de una burguesía que mantiene la hegemonía, diferente a la sociedad mapuche heredada por los abuelos, en la cual no existen divisiones “de clase”.
“El Estado no estuvo nunca -explica Jones Huala y continúa-: Ahora aparecen porque: hay resistencia porque nosotros no queremos que nos sigan matando”. Pide que los dejen vivir con sus creencias, con su cultura.
En un comentario, a Huala se le llama “el chico” que se cree un Sartre, cuando sus planteamientos con respecto a la muerte, por ejemplo, son propios de un filósofo:
Nosotros morimos todos los días, porque somos los pobres, los pobres de los barrios marginales, los pobres en el campo, en el sector rural abandonado. Nosotros somos el sector marginado aquí y la mano de obra barata. Entonces, ¿qué miedo le podemos tener a la muerte, si nosotros morimos todos los días? Y la violencia la vivimos todos los días en carne propia en nuestros cuerpos. Lo que nosotros hacemos es que la direccionamos y le damos un contenido y le damos un objetivo que tiene que ver con la liberación de la nación mapuche, con la reconstrucción del mundo mapuche y de las comunidades [… ], y sobre todo nacimos en el sistema económico capitalista, que también eso es la muerte, porque viviendo en este sistema es estar muerto en vida. Entonces, lo que nosotros planteamos es que si nuestra muerte trae un futuro mejor, va a abrir otros caminos: bienvenida sea. (goo.gl/9aLGwp).
En todo caso, Jones Huala logra exponer la propuesta del RAM, que tiene siete puntos. El primero es la “recuperación del territorio de las tierras productivas y sagradas para trabajarlas”. Tales tierras están en poder de latifundistas y lo que quiere la RAM es beneficiar a todas las comunidades de la zona, en donde viven miles de mapuches.
El término “sagrada” se refiere a la concepción cultural sobre la tierra como una madre que alimenta, acoge y nutre. Punto dos: “mejoramiento de la calidad de vida y la autonomía mediante el trabajo propio”, en una zona donde no pueden trabajar por ser reprimidos de hacerlo en las tierras que por ancestro les pertenecen. El punto tres se refiere al ejercicio de los derechos políticos y territoriales de los mapuches en esos territorios.
Aquello de “derechos políticos” es clave puesto que se piensa que solo la organización política y social al modo occidental-capitalista es válida, cuando hay modos que, como en el caso de la cultura mapuche, se conservan desde hace cientos y cientos de años. Aquí los aspectos políticos están ligados a los espirituales y ceremoniales, y en general todo está ligado a lo espiritual (economía, sociedad, cultura). Huala precisa: “Nosotros fuimos siempre una nación sin Estado”. El ejercicio de los derechos incluye contar con vivienda, salud y educación, claves dentro de sus reivindicaciones.
Como cuarto punto de la propuesta, los mapuches requieren “acabar con el latifundio y la explotación”, y de ahí deriva el quinto punto: la “resistencia a las empresas capitalistas, transnacionales, mineras, petroleras e hidroeléctricas”; esto es, la expulsión y el “sabotaje” a las mismas (La RAM se ha atribuido quemas de varias infraestructuras de los latifundistas). Sus planes consideran la agricultura y la ganadería, y las formas alternativas de producir, en lo cual se había involucrado el llamado también “hippie”, Santiago Maldonado.
En el sexto punto se plantea “la reconstrucción del mundo mapuche”, desde una perspectiva intercultural (conocimiento, encuentro y diálogo equitativo entre las diversas culturas), con miras a concretar un “Estado intercultural”.
El séptimo punto no se logró escuchar. El video de la entrevista (goo.gl/qdGj95) se detiene cuando Jones Huala empieza a hablar de “muchos desaparecidos y muertos” y de “represiones ilegales”. No sabemos qué más dijo este líder que llevaba un atuendo mapuche y resaltaba su figura delgada de Caballero andante, en contraste con un entrevistador excesivamente grueso en carnes, que denotaba prepotencia y aires de superioridad.
Las declaraciones de Jones Huala provocan en cierta “opinión pública”, el invento de argumentos carentes de conocimientos sobre cultura e interculturalidad, sobre plurinacionalidad y pluriculturalidad. Así, se confunde la apreciación espiritual de la vida de los mapuches, con la idea de que quieren un “Estado religioso”, opuesto al laico. Esta dicotomía entre lo religioso y lo laico es entendible dentro de la cultura occidental.
La espiritualidad mapuche no equivale a institución religiosa ni a jerarquía de clero, ni a Iglesia. No es una “religión”. Todas las culturas del mundo tienen espiritualidad, la cual se manifiesta de distinta forma. En las culturas indígenas americanas, la espiritualidad está dada por la conexión que se vive en el día a día entre seres humanos, naturaleza y cosmos. El agua (el lago), así como las piedras, los animales, la tierra, el fuego, el aire, están en continua interrelación con el ser humano.
Desde enero de 2017 la violencia se instauró sobremanera en Chubut, con conflictos entre personas de Benetton y familias mapuche. Gran parte de lo sufrido en la Patagonia ha hecho que la población rural esté del lado de los mapuches y colabore en diversos proyectos, como lo estaba haciendo el artesano tatuador de 28 años, Santiago Maldonado, quien apoyaba en producción alternativa, tras haberse instalado en El Bolsón, a unos 130 kilómetros de Cushamen, lugar en donde fue visto por última ocasión.
Allí, el primero de agosto, un grupo de mapuches junto a Maldonado, procedieron a hacer un corte parcial de la ruta, como protesta al encarcelamiento de Jones Huala. Fueron reprimidos con disparos por decenas de gendarmes. Los mapuches huyeron hacia el río mientras gendarmería quemó lo que encontraba a su paso. En la huida atraparon a Maldonado, lo metieron a una camioneta y se lo llevan, de acuerdo con testimonios. Hasta el momento no se conoce su paradero.
Se indica en las declaraciones de Jones Huala y otras personas, que las desapariciones, torturas y asesinatos se vienen dando de manera sistemática. Por ello algunos mapuches han debido sumar a sus actividades de agricultores y ganaderos, la de “actores políticos”, ya que para ellos los conflictos responden a la índole de lo político y los delitos también, como en el caso de la desaparición de Maldonado.
Es claro que los mapuches requieren de la existencia de un Estado plurinacional para que sus derechos puedan ejercerse de manera adecuada y en equidad de condiciones. Solo así podrán optar por la forma de vida, por la cultura que defienden y para ello precisan que se determinen, de una vez por todas, sus territorios, conforme con la justicia y el legado ancestral. Esto causa malestar obviamente en quienes no respetan las diferencias culturales o las desconocen y a la larga se ha vuelto sin duda un problema también político, que es imprescindible solucionar con apego al cumplimiento de los derechos humanos.
No cabe que las reivindicaciones mapuches, o las de los demás pueblos indígenas de América, sean concebidas como de “vuelta al pasado”. Si se conoce y respeta que la percepción sobre el pasado y, en general, sobre el tiempo de estos pueblos es muy distinta a la occidental, se podrá acceder a las respuestas viables que dan en el presente, para solucionar las injusticias, inequidades y discriminaciones que los aquejan.
ag/mep