Por Kintto Lucas*
Para Firmas Selectas de Prensa Latina
En las crónicas de Indias podemos encontrar las bases del colonialismo político, económico y simbólico de América Latina. Las crónicas pueden reunir varios géneros literarios y periodísticos en sí mismas. Pueden ser en parte autobiografías, en parte reportajes, en conjunto una gran novela, a veces, incluso, tienen poesía. Es posible encontrar en ellas descripciones, testimonios, opinión.
Los cronistas describen una realidad que en algunos momentos parece, o es, ficción; pero sobre todo desarrollan la base ideológica de la conquista y colonización que padecemos hasta el presente. Salvando importantes diferencias, los narradores de las crónicas de Indias, como los narradores bíblicos, van contando su propia experiencia en la que se mezclan realidad y ficción, acorde con las vivencias de cada momento, en tanto lo religioso tiene un componente muy importante, a nivel subjetivo.
Las crónicas de Indias acusan diferencias importantes, según el momento en que fueron narradas. Las de Cristóbal Colón, por ejemplo, son las del descubridor y las de Alvar Núñez Cabeza de Vaca o Fernández de Oviedo las de los conquistadores.
Colón, sobre todo en su Diario de a bordo, relata desde el asombro de quien llega a un lugar desconocido, un lugar que está “descubriendo”; entonces se asombra con todo lo descubierto, con todo lo que va encontrando a su paso. Hay otra transparencia en el relato y una justificación de que todo lo descubierto tiene cierto encanto, cierta belleza casi natural.
Alvar Núñez Cabeza de Vaca en Naufragios, aunque también va descubriendo, parte en su relato de la mirada del que está conquistando, del que conoce algo, o bastante, del lugar al cual llega, de quien sabe, en parte, adonde está yendo y quienes los pueden recibir.
El papel de la religión y del Dios cristiano, en el caso de Colón, fue el de ayudarlo a llegar y descubrir esa especie de “tierra prometida” en que se transformó América; en el caso de Cabeza de Vaca, el papel de la poderosa deidad es ayudarlo a conquistar y colonizar esa “tierra prometida”.
La narración parte siempre del designio o voluntad de Dios, y se le da una intencionada utilización bíblica: primero llegar a la “tierra prometida” y “descubrirla”; luego conquistarla; primero “descubrir” a los “otros” y luego colonizarlos.
En los elementos propios de la crónica, se utilizan descripciones detalladas de paisajes, lugares, ríos, lagunas, montañas, tipo de tierra, caminos. Cabeza de Vaca tiene necesidad de describir cada momento y cada cosa, porque finalmente está describiendo su propia vida.
La tierra, por la mayor parte, desde donde desembarcamos hasta este pueblo y tierra de Apalache, es llana; el suelo, de arena y tierra firme; por toda ella hay muy grandes árboles y montes claros, donde hay nogales y laureles, y otros que se llaman liquidámbares, cedros, sabinas, y encinas, y pinos y robles, palmitos bajos, de la manera de los de Castilla… (Naufragios, Capitulo VII, De la manera que es la tierra, pp. 21).
Cabeza de Vaca también describe con detalles a los seres humanos que encuentran a su paso, sus rasgos físicos, sus elementos sicológicos, su vestimenta, su forma de actuar ante la llegada del extraño -para algunos es el adversario que viene a apoderarse de su tierra; sus formas de atacar, de aparecer y desaparecer.
Otro día, los indios de aquel pueblo vinieron a nosotros, y aunque nos hablaron, como nosotros no teníamos lengua, no los entendíamos, más hacíannos muchas seña y amenazas, y nos pareció nos decían que nos fuésemos de la tierra, y con esto nos dejaron, sin que nos hiciesen ningún impedimento, y ellos se fueron. (Naufragios, Capitulo III, Como llegamos a La Florida, pp. 11).
Venida la mañana, vinieron a nosotros muchas canoas de indios, pidiéndonos los dos compañeros, que en la barca habían quedado por rehenes… (Naufragios, Capitulo X, De la refriega que nos dieron los indios, pp.33).
También detalla el tiempo, la tormenta, la pérdida de los barcos, los hechos fundamentales que van ocurriendo en su camino. Describe la vegetación, los árboles, las plantaciones, el maíz (si estaba para comer o no), los animales salvajes o domésticos y su utilidad; las diferencias entre las islas y el continente. Para marcar cierta verosimilitud y para que el rey, que es considerado una especie de Dios en la tierra, tenga con qué comparar, hay siempre una mención a ciertos parecidos con lugares, árboles, animales de España.
En esas crónicas hay puntos importantes cuando Cabeza de Vaca describe a los otros seres humanos, si son indios amigos o enemigos, si son cristianos cercanos o lejanos. Cada descripción encierra un simbolismo, un significado, cada encuentro también. La descripción del encuentro con otros cristianos, las condiciones en que estaban; las peleas con los indios, la descripción de sí mismos, de su estado físico y su estado de ánimo en el camino de la conquista; los testimonios, las conversaciones para tomar decisiones importantes. En un momento en que el gobernador conversa con él y otros, sobre la idea de entrar tierra adentro, mientras los navíos iban costeando hasta llegar a puerto seguro, Cabeza de Vaca argumenta su oposición porque:
…íbamos mudos y sin lengua, por donde mal nos podíamos entender con los indios, ni saber de lo que la tierra queríamos, y que entrabamos por tierra de que ninguna relación teníamos, ni sabíamos de que suerte era, ni en lo que ella había, ni de que gente estaba poblada… (Naufragios, Capitulo III, Como llegamos a La Florida, pp. 14)
Todas las crónicas de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, que son parte de la gran crónica general, están marcadas por su visión de conquistador. Hace una descripción desde el poder del conquistador, el poder del que llega a someter al otro y tiene el respaldo del Dios cristiano. Su crónica parte de la certeza de que su misión es someter militarmente, económicamente, social y culturalmente al otro. En cada momento muestra la certeza de que esa tierra que está conquistando es su “tierra prometida”, y en esa tierra se debía cumplir lo que, según él y los conquistadores era la voluntad de Dios y, obviamente, del rey.
Como los indios se volvieron, todos los de aquella provincia, que eran amigos de los cristianos, como tuvieron noticias de nosotros, nos vinieron a ver, y nos trajeron cuentas y plumas, y nosotros les mandamos que hiciesen iglesias, y pusiesen cruces en ellas, porque hasta entonces no las habían hecho; e hicimos traer los hijos de los principales señores y bautizarlos; y luego el capitán hizo pleito homenaje a Dios de no hacer ni consentir hacer entrada ninguna, ni tomar esclavo por la tierra y gente que nosotros habíamos asegurado, y que esto guardaría y cumpliría hasta que Su Majestad y el gobernador Nuño de Guzmán, o el virrey en su nombre, proveyesen en lo que más fuese servido de Dios y de Su Majestad. (Naufragios, Capítulo XXXVI, De cómo hicimos hacer iglesias en aquella tierra, pp.108)
Gonzalo Fernández de Oviedo, en cambio, en Sumario de la natural historia de las Indias, no relata desde su autobiografía, sino desde una mirada general. Si en Cabeza de Vaca la crónica está al servicio de su propia historia, en Fernández de Oviedo la crónica está al servicio de una mirada más colectiva, desde los conquistadores. Pero uno y otro describen y argumentan desde la voluntad de Dios.
Las crónicas de Indias sirven a los españoles para justificar la conquista y todo lo que eso significó, como bien dice José Miguel Oviedo:
La palabra de Dios, estaba siendo diseminada por los hombres, que habían llegado a América justamente porque “así estaba escrito”, y era natural que ahora diesen testimonio de lo que habían hecho en su nombre”. (El descubrimiento y los primeros testimonios, Historia de la literatura hispanoamericana, pp. 74)
De la misma forma que Moisés tenía urgencia de ir contando las hazañas de su Dios y del pueblo hebreo, para justificar sus acciones y dar fuerza a su pueblo en el camino de la conquista y colonización de la “tierra prometida”; el conquistador español necesitaba ir contando su conquista y la conquista de Dios y del rey, para ir justificando sus acciones rumbo a la colonización final de su “tierra prometida”.
Si la crónica de Colón inicio la representación colonial de América, las crónicas de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca y otros conquistadores consolidan esa representación colonial y desarrollan el concepto de América como la “tierra prometida” de Dios al Rey de España, o sea a Occidente. Hay un discurso escondido que se puede descifrar así: si Dios prometió a los primeros hebreos Canaán, también prometió América al rey de España. Esa utilización del Dios cristiano y de los designios bíblicos marcará el curso histórico de América Latina de la Colonia a la Neocolonia.
ag/kl