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jueves 21 de noviembre de 2024

Perú, un flautista tras las rejas

Por Gustavo Espinoza M. (*)

Para Firmas Selectas de Prensa Latina

 

Esta vez no fue una batida contra los músicos ambulantes en las zonas olvidadas de La Victoria. Tampoco una orden de captura contra los músicos de la Sinfónica luego de uno de sus espléndidos conciertos. Fue, apenas, una indicación del Juez Jorge Luis Chávez, quien accedió a la solicitud del Fiscal José Domingo Pérez y dispuso una “detención preliminar” de 10 días en perjuicio del ex presidente Pedro Pablo Kuczynski, el más conocido de los flautistas del país.

La casa del ex mandatario fue allanada a las 8 de la mañana (10 de abril), pero sólo salió de ella en un vehículo policial a las 12 del día. Fueron cuatro horas tensas en las que el flautista de este cuento se defendió como gato panza arriba y movió sus resortes para no ser trasladado a un centro de reclusión. Le fracasaron todos los tiros.

PPK -como se le conoce- es un aficionado a la música y su instrumento favorito -la flauta- no fue usada como le sirviera al personaje de los Hermanos Grimm,  que en 1284, en la ciudad de Hamelin, lograra ahogar a las ratas en el rio Weser, tras conseguir que lo siguieran hasta la muerte, embelesadas por su música. Eso, quizá, hubiesen querido que ocurriera aquí muchos peruanos el 2016, cuando sufragaron a favor de PPK en los comicios que lo enfrentaron a Keiko,  la candidata de la mafia en ese entonces.

La suerte de PPK aún no está definida. Podrá ser liberado -como Keiko en su momento-, pero el largo brazo de la justicia habrá de alcanzarlo finalmente.

En esa circunstancia Pedro Pablo sólo tocó la flauta -para mostrar su maestría-  en campaña. Cuando debió confirmar la idea de que la flauta le serviría, dejo todo en suspenso.  No se animó a aletargar a las ratas que pululaban por allí, ni seducirlas con su melodía, ni conducirlas aunque fuera hasta las agua del Rímac, para que se ahogaran. Al contrario, terminó  entendiéndose con ellas para arribar al mismo destino que su adversaria de ocasión, las frías celdas de la Prefectura de Lima.

Es posible que en esos días  PPK mueva cielo y tierra. Después de todo -y al margen de sus méritos artísticos-  es un hombre de negocios, y tiene fortuna. Es, además, amigo de los Estados Unidos, aunque tuvo la “debilidad“ -en lo que fuera, quizás, su único momento de lucidez- de anunciar que Trump sería una desgracia para la humanidad. Pero eso no cuenta, porque ocurrió “antes” de la elección de noviembre de ese año, cuando el Donald en cuestión aún no había sido ungido como mandatario en Yanquilandia.

En ese marco, entonces no sería extraño que el vocero de la Casa Blanca en Lima, que no es Luis Gonzales Posada, como muchos creen, sino el embajador Frishna Urs, lo visitara, interesado por su suerte. En todo caso, si de visitantes ilustres se tratase, bien podría ocurrir que PPK reciba aunque fuera mensajes en Morse de Mike Pompeo, quien, en su breve estancia en el Perú  con seguridad se intereso por él.

Y sí, Mike Pompeo, el Secretario de Estado de los Estados Unidos -el Popolizio de Trump- arribó aquí el sábado último para hacer una suerte de “visita inspectiva” por cuatro países: Paraguay Chile, Perú y Colombia, en el empeño de recibir el saludo de tropa que tanto anhela. Es bueno reparar en el hecho de que no viene a este rincón del mundo para visitar Argentina, donde Macri se tambalea; ni Brasil, donde Bolsonaro escucha cada día los portazos castrenses que le enmiendan la plana; ni Uruguay, por cierto, país pequeño pero soberano. Ni Bolivia,libre de embajador yanqui. Viene sólo  a los países que considera “seguros”. Seguros ¿para qué?: seguir a pie juntillas la ofensiva  contra Venezuela.

Al contrario del flautista de Hamelín, PPK terminó aliándose a las ratas con las que comparte hoy las celdas de la Prefectura de Lima.

En esa política, hay que distinguir siempre palabras de acciones.  Hay mucho de amenazas y de bravuconadas en las expresiones de Washington, incluido el presidente Trump. Pero sus acciones no se condicen en todos los casos con sus palabras. En las primeras -las acciones- cabe distinguir, dos niveles: uno, el que se refiere a las presiones y a las medidas punitivas contra Venezuela, Cuba o Nicaragua, que implican una firme voluntad orientada a ahogar a esos procesos emancipadores (estas se ejecutan) .  Y otro, el que alude a las amenazas militares concretas, se calcula en función de otros factores.

Porque podrá ser muy lengua larga el titular de la Casa Blanca, pero el gobierno de los Estados Unidos toma en cuenta siempre la correlación  internacional de las fuerzas y los efectos de una política cuando esta implica palabras mayores. El caso paradigmático en la materia es Corea del Norte. Muchas amenazas en su contra, acusándola de hacer pruebas nucleares. Y un repliegue sonoro cuando se confirmó que sí, que el régimen de Kim Jong Un, posee, realmente armas nucleares. Bien podría decirse que el miedo a las ojivas nucleares de Pionyang, hizo callar de miedo hasta a los gansos del Capitolio.

Recientemente la administración yanqui le hizo saber a John White Dog (Juan Guaidó) que había perdido la fe en su eficacia y que era mejor aplazar los planes guerreristas para después. “Ahora, no hay condiciones” fue lo que dijo Elliot Abrams, el más belicista de los halcones, un poco como tirando a toalla. Y el silencio se hizo luz en las calles de Caracas cuando las manifestaciones a favor de Maduro sextuplicaron a  las huestes de “la contra”, desgastadas y en derrota.

Manuel Cabieses, el periodista chileno de “Punto final” asegura que Mike Pompeo “es uno de los pistoleros de la Familia Trump con otros gánsteres como Mike Pence, John Bolton, Elliot Abrams y Marco Rubio cuyas brutalidades marcan a fuego la decadencia del imperio”. Y sí.

Entre tanto, la suerte del flautista peruano aún no está definida. Podrá ser liberado-como lo fue Keiko en su momento cuando se dictó contra ella una primera medida similar- pero finalmente el largo brazo de a justicia, habrá de alcanzarlo, como también sucederá con Alan García. Y es que si se anima, el fiscal José Domingo Pérez podría reeditar lo mejor del cuento de los hermanos Grimm: llamar a las ratas de Hamelin y llevarlas hasta el río para que se ahoguen masivamente.

 

*Profesor y periodista peruano.
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