Ahora resulta que los culpables son los migrantes…
Por Federico Mayor Zaragoza *
Para Firmas Selectas de Prensa Latina
Leo con consternación la noticia de que “La Gran Sala del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) ha avalado las devoluciones en caliente en la frontera española y con ello anula su condena a España de 2017 por estas prácticas” (www.eldiario.es 14/02/20). Continúa diciendo que “los migrantes denunciantes se pusieron ellos mismos en una situación de ilegalidad al intentar entrar deliberadamente en España por la valla de Melilla».
Más adelante se puede leer: “De esta manera, la Corte rompe con el criterio de los magistrados que estudiaron el caso en primera instancia, que concluyeron en 2017 que la expulsión inmediata…. de agosto de 2014 violó el Convenio Europeo de los Derechos Humanos, en relación a la prohibición de los retornos colectivos y la obligación de garantizar el derecho de recurso efectivo de las personas devueltas”.
Lo primero es la gente. Es la dignidad de la gente… Un artículo titulado “Morir en Lampedusa”, de Sami Naïr, publicado en “El País” el 5 de octubre de 2013, decía, entre otras cosas: “Ciertamente es indispensable repeler estos flujos, pero ello no se puede hacer en detrimento de un tratamiento humano de la cuestión migratoria… En algunos países europeos ricos se han puesto en marcha en estos últimos años restricciones enormes a la concesión del título de refugiado. Es ahí donde radica la “vergüenza” y esta “globalización de la indiferencia” de la que habla el Papa Francisco”.
Es urgente enderezar los torcidos caminos del presente europeo. Es imprescindible rectificar el error histórico de una unión monetaria sin unión social, política ni económica. La piedra angular del edificio europeo que el mundo necesita no es el euro sino la democracia genuina, no los valores bursátiles sino los éticos. ¿Qué proclamaron Robert Schumann, Jean Monet, Konrad Adenauer…? Pues que nunca más se resolvieran los conflictos por la fuerza, que era necesario buscar espacios de entendimiento, de conciliación… inspirados siempre por los principios democráticos que, desde aquel momento, guiarían a Europa. “Tendremos que ser capaces de inventar formas nuevas de gobernación”, exclamó Schumann…
Es apremiante refundar la Unión Europea sobre los “principios democráticos” que la UNESCO establece en su Constitución y que en 1950 sentaron la base de un proyecto de concordia regional. Cada ser humano igual en dignidad. Cada europeo, por tanto. No es la Europa potente económicamente la que jugará el papel histórico que le corresponde en la inflexión que vivimos. Sino la Europa potente socialmente. La Europa solidaria. La de la mano tendida…
¿Dónde está la Europa de los principios democráticos para, con su autoridad moral, poder ser torre de vigía de los derechos humanos? Europa, tan ajetreada, calla. Pero hablará pronto, porque si se traspasan los límites de la evolución llegará la revolución. Y la revolución casi siempre implica violencia. Europa: escucha el clamor del pueblo,… y habla! Ésta no es la Europa de la Unión que pretendemos y que debemos procurar afanosamente cada día.
Precisamente, la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea establece la igual dignidad humana como pilar básico de todos los derechos humanos. Así lo expresa en su artículo 1º “Dignidad humana. La dignidad humana es inviolable. Será respetada y protegida”. Es esta la Europa que puede hoy, frente a retos globales potencialmente irreversibles, reconducir las presentes tendencias que, está claro, podrían afectar gravemente la habitabilidad de la Tierra.
La gran transición radica, no me canso de repetirlo, en sustituir progresivamente, la razón de la fuerza por la fuerza de la razón, por la palabra. Debe evitarse este tratamiento inhumano a los migrantes que realmente no pueden vivir en sus países de origen donde llegan a morir de hambre y de inasistencia sanitaria, por muchos artificios jurídicos con que se pretenda disfrazar la obligación de acogida.
El actual concepto de defensa territorial, a ultranza del presidente Trump que ignora el cambio climático y la puesta en práctica de la Agenda 2030… que margina al Sistema de las Naciones Unidas y desoye a quienes están convirtiendo el Mare Nostrum en una horrible necrópolis en lugar de ser un espacio de solidaridad… que es incapaz de hacer frente a los incendios, a las inundaciones, a los terremotos… requiere un cambio radical que si no lo dan los amilanados gobernantes lo conseguirán “Nosotros, los pueblos”.
En efecto, todos tenemos que tener presente -especialmente ahora que hacemos tantos cálculos interesados sobre el “coronavirus”- que la terrible realidad cotidiana es la muerte de miles de seres humanos por desnutrición y pobreza extrema al tiempo que se invierten en armas y gastos militares más de 4000 millones de dólares.
Las manos de los Estados y de los más acaudalados (Europa y Estados Unidos) «se cierran opacas», en expresión de José Ángel Valente, cuando nos escribía «desde un naufragio, sobre el tiempo presente, sobre la latitud del dolor, sobre lo que hemos destruido, ante todo en nosotros».
Leamos a Valente y seamos valientes alzando un gran clamor popular antes de que “se nos caiga la cara de vergüenza».
ag/fmz