El pasado martes 7 de febrero, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia Serguéi Lavrov se sintió obligado a responder la aseveración formulada por el Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea (UE) Josep Borrell, sobre dos países que el canciller ruso había visitado durante su gira por África.
En su discurso inaugural de la conferencia del Servicio Europeo de Acción Exterior sobre manipulación de la información e interferencias extranjeras, Borrell expuso que la gira del canciller ruso por Mali y Eritrea era posible porque estos países eran “fáciles para ellos, pero otros no tanto”, lo cual denota un fuerte tinte colonialista, discriminatorio y racista que ni Borrell ni la “diplomacia” europea pueden ocultar.
Ante la terminante opinión del ex canciller español, Lavrov señaló que estas declaraciones reflejan «instintos neocoloniales que no se extinguirán y que claramente impiden» a Occidente comprender las realidades del mundo moderno. Así mismo le sugirió a los países europeos que sean «más modestos».
Vale preguntarse si esto fue un lapsus o un error de interpretación de las palabras de Borrell. La categórica respuesta es No. Tales opiniones conforman una combinación de arrogancia colonial y prepotencia imperial aderezada con una alta dosis de ignorancia estructural e idiotez mental. Sin duda, una mezcla muy explosiva.
Las “perlas” de su boca
Revisemos algunas perlas emanadas de las atrofiadas neuronas del “socialista” Borrell para que no se diga que -aunque yo no soy católico- estoy violando el Octavo Mandamiento que dice: “no levantar falso testimonio ni mentir”.
En noviembre de 2018, cuando aún era ministro de Asuntos Exteriores del gobierno español, Borrell aseguró en un foro organizado por la Universidad Complutense que el “mayor nivel de integración política” de Estados Unidos se debía a que “tienen muy poca historia detrás”, la cual se limita a “matar a cuatro indios”. El gobierno de Estados Unidos calló, dando tácita aprobación al pronunciamiento.
En fecha posterior, el 12 de noviembre de 2021, tratando de ser original, Borrell intentó esbozar una propuesta de política exterior y seguridad para Europa para lo cual escribió un artículo titulado “Una brújula estratégica para Europa” en el que refiere que “la esfera política de la UE se está reduciendo y nuestros valores liberales son cada vez más cuestionados. En la ´batalla de las narrativas`, la idea de que los valores universales son en realidad sólo construcciones occidentales ha ido ganando adeptos. La vieja suposición de que la prosperidad económica llevaría siempre al desarrollo democrático ha sido refutada”.
Estas palabras suenan como un himno a la derrota y al fracaso de sus propios preceptos valorativos. Tal vez esto explique su recurrencia a la violencia, la guerra, las sanciones y los bloqueos como instrumentos para imponer a través de cualquier vía sus “valores liberales”.
Confundir deseo con realidad
En fecha más reciente y ya en el marco de la operación militar especial de Rusia en Ucrania, la baba inculta y desorientada de Borrell ha adquirido carácter de cascada amenazando ahora al mundo entero. El 26 de agosto del año pasado en la sesión final de las conferencias de los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Madrid afirmó que: “La guerra está en un momento decisivo y quien toma la iniciativa en este momento ya no es Rusia, Rusia ya ha perdido la guerra”.
Seis meses después, con más 120 mil km² de territorio recuperado por Rusia (casi el 20 por ciento de la superficie total de Ucrania), 165 mil 52 muertos entre soldados ucranianos, instructores y soldados de la OTAN y mercenarios, 234 mil heridos, 302 aviones, 212 helicópteros dos mil 750 drones, seis mil 320 tanques y vehículos blindados siete mil 360 sistemas de artillería y 497 sistemas antiaéreos ucranianos destruidos (según cifras dadas por ellos mismos, que deben ser mucho más) no es creíble que Rusia haya perdido la guerra.
En la continuación de su retórica barata, el pasado 14 de octubre durante la inauguración del curso piloto de la nueva Academia Diplomática Europea en el Colegio de Europa en Brujas, Bélgica, Borrell comparó a la Unión Europea con un “jardín” mientras que consideró que “la mayor parte del resto del mundo es una jungla”. Esto le hizo ganar el apodo de “jardinero” con el que es conocido desde entonces. Tratando de explicar su talante racista, Borrell dijo que «La jungla tiene una fuerte capacidad de crecimiento y el muro nunca será lo suficientemente alto para proteger el jardín» en palabras que incluso fueron rechazadas por muchos europeos decentes que la media tránsfuga mantiene ocultos.
La rancia mentalidad colonialista
El 1 de diciembre, en medio de una reunión a la que asistían parlamentarios latinoamericanos, Borrell lanzó un discurso inaudito en el que reivindicó la colonización y la conquista de América. El hecho ocurrido durante la Asamblea Parlamentaria Europea-Latinoamericana (Eurolat), un organismo multilateral compuesto por 150 parlamentarios de ambas regiones, el “diplomático” español recurrió al ejemplo de los “descubridores y conquistadores” como expresión de éxito de los objetivos planteados por las monarquías europeas de entonces.
Aseveró que: «Para navegar en esta tormenta ya no nos sirven ni las rutas, ni los mapas del pasado. Como los descubridores y conquistadores, tenemos que inventar un Nuevo Mundo», aseveró el alto funcionario, defendiendo en su discurso la colonización como paradigma. Con estas palabras, Borrell estaba reclamando la repetición de la barbarie europea que significó el asesinato de 56 millones de habitantes de estas tierras. Hay que recordar también que solo en el siglo XV España, se robó hasta nueve mil 550 toneladas de oro y plata de América. Es lo que Borrell pretende copiar, pero como ahora Europa no lo puede hacer con las armas y con la cruz, lo quisieran realizar con sus empresas, sus bancos, sus sanciones y bloqueos. Borrell reivindica el genocidio, la expoliación y el saqueo por parte de la misma monarquía que todavía hoy gobierna su país.
Pocos días después y como para que no hubiera duda de que ninguna de las manifestaciones anteriores habían sido una casualidad o incluso un exabrupto, el 6 de diciembre al pronunciar un discurso en el Instituto Jacques Delors en París, el jefe de la diplomacia de la UE, dijo que: «…cuanta más destrucción sufra Ucrania, mayores serán sus posibilidades de unirse a la UE», estableciendo de esa manera, una fórmula diabólica que se circunscribe a más guerra, más sangre, más destrucción y más ucranianos muertos para que el país pueda entrar al conglomerado europeo, aun cuando Rusia no ha rechazado tal posibilidad. Es la propia UE la que ha impedido el ingreso de Ucrania dados sus altos niveles de corrupción, desorden administrativo e ineficacia funcional.
Pero Borrell no ceja, es insistente como si quisiera hacer patente su conducta y proceder racista. El 9 de diciembre del año pasado, desesperado por el creciente apoyo a Rusia por parte de la mayoría de países africanos que no se han plegado a las medidas de Occidente contra Moscú expuso que: «He visto en las pantallas de televisión a esos jóvenes africanos en las calles de Bamako [la capital de Malí] con carteles que decían ´Gracias, Putin, has salvado Donbass y ahora nos vas a salvar a nosotros`”, para posteriormente afirmar que «esas personas no saben dónde está Donbass ni quién es Putin”. En esta ocasión, fue la vocera del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, María Zajárova quien le respondió: «Josep, no midas a la gente por ti mismo. La degradación del Occidente colectivo no significa que ocurran los mismos procesos en otras naciones». Sobran las palabras.
¿Sí o sí?
En fecha más reciente, el 20 de enero de 2023 en un discurso pronunciado en Madrid, donde le fue otorgado el premio Nueva Economía Fórum 2022, Borrell, recordó las experiencias de Napoleón Bonaparte y Adolfo Hitler como invasores de Rusia. En su opinión, ambos ejemplos son ilustrativos de cómo ese país es capaz de luchar «hasta el final», pasando por «casi perder y luego recuperarse», e incluso «está acostumbrado» a tales cosas. «Lo hizo con Napoleón, lo hizo con Hitler», apuntó. Borrell considera «absurdo» pensar que Rusia ha perdido en el conflicto con Ucrania «o que sus militares son incompetentes». Parece que olvidó que él mismo, – el pasado 26 de agosto, -como dijimos anteriormente- afirmó que Rusia ya había perdido la guerra. Es imposible ser tan incongruente y mentecato.
Dos días después, el 22 de enero en una entrevista publicada en El Diario de España, Borrell afirmó «Hemos, en pocos meses, suprimido la dependencia energética de Rusia que habíamos construido durante años”. El problema de esta afirmación es que solo unos días después la Corporación de Reservas Estratégicas de Petróleo de su país, España, informó que el volumen de gas comprado a Rusia aumentó alrededor de un 55 por ciento el año pasado en comparación con 2021.
En un informe publicado por The Objective bajo la firma de Antonio Martos en septiembre del año pasado, se afirmaba que España había desembolsado 750 millones de euros para importar gas natural licuado (GNL) de Rusia, superando a países como Francia (600 millones) y Bélgica (392 millones).
Ya en esa fecha se daba a conocer que la UE había importado el 54 por ciento del total del gas exportado por Rusia, lo que supuso “un valor total de 85 mil millones de euros -cerca de los 102 mil millones que pagó en todo 2021” según el reporte de Martos. Suponemos que las múltiples ocupaciones de Borrell no le permitieron leer este informe de septiembre pasado cuando dio la entrevista en enero de este año.
Miente, miente, que algo queda…
Finalmente, y para “ponerle la tapa al pomo” como dicen los cubanos, en una conferencia sobre la lucha contra la desinformación que se celebró en Bruselas el martes 7 de febrero, Borrell, expuso una “brillante idea” que debería ser estudiada en las escuelas de comunicación social y periodismo de las universidades. Dijo que al prohibir la labor de los medios de comunicación rusos “no atacamos la libertad de expresión, sino que la protegemos”. Alfredo Jalife-Rahme diría “super sic”.
Ser idiota no es un delito y creo que ni siquiera es pecado según los preceptos católicos que Borrell profesa. Pero es sumamente peligroso que en una persona de cultura tan limitada, poseedora además de clara actitud y conducta racista y colonialista, pueda recaer la conducción de la política exterior y de seguridad de la tan “civilizada” Europa.
“Por la boca muere el pez” afirma el refrán popular. Si eso fuera cierto, hace rato ya que Borrell estaría en el infierno.
rmh/srg
*Licenciado en Estudios Internacionales, Magister en Relaciones Internacionales y Globales.