El viernes, 26 de agosto de 2022, participamos en una reunión en la cancillería en la cual se trató el tema de la candidatura de Panamá a un puesto como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU en 2024.
Era loable la preocupación de la canciller Erika Mouynes de dejar pavimentado el camino al próximo gobierno en dicho organismo.
En nuestra intervención hicimos referencia a la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU en nuestro país en marzo de 1973, la cual inclinó la balanza a favor de Panamá frente a Estados Unidos e hizo posible la Declaración Tack-Kissinger de 1974, base cierta del Tratado del Canal, no así del Tratado de Neutralidad.
Explicamos que Panamá empezó la reunión con el pie equivocado al presentar una resolución que nos alienaba de los apoyos del Tercer Mundo, pero que fue nuestra reunión personal con el General Omar Torrijos (1929-1981) en Isla Contadora la que corrigió el rumbo equivocado.
También expusimos la necesidad de que Panamá prohíba el paso de armas nucleares por el Canal, en vista de que habíamos ratificado el Tratado de Tlatelolco de 1967, que obliga a desnuclearizar la región, incluidos Panamá y su Canal.
Sin embargo, el tema no se discutió en vista de que el presidente de la junta directiva del Canal, el Dr. Aristides Royo, se ausentó de la reunión.
Es el gobierno, no obstante, y no la Autoridad del Canal, el que debe tomar la decisión.
La desnuclearización del Canal es parte del desarme general y completo del planeta, un sueño de la humanidad (Julio Yao, “¡No al paso de armas nucleares por el Canal!”, La Estrella de Panamá, 10 de abril de 2022).
Recientemente, se celebró el vigésimo quinto aniversario del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares de agosto de 1996, y se ha solicitado su entrada en vigor para eliminar las armas nucleares en todo el mundo.
Aunque ha sido firmado por 185 países, el Tratado aún no ha entrado en vigor, ya que todavía requiere la ratificación de ocho Estados: Estados Unidos, China, Irán, Israel, Egipto, India, Pakistán y Corea del Norte. La ONU sostiene que no se puede aspirar a un mundo libre de armas nucleares sin una prohibición de estos ensayos.
El primer artefacto nuclear se ensayó en Alamogordo, Texas, en 1945, y la primera vez que se lanzaron bombas atómicas contra la población fue en agosto de 1945, cuando Estados Unidos destruyó las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, con cientos de miles de muertos, cuando ya no había necesidad de hacerlo porque la guerra estaba decidida tanto en el frente Aliado como en el Pacífico.
Se trató, en efecto, de un crimen de lesa humanidad por parte de Estados Unidos, que ha quedado impune y que nunca pidió perdón a los japoneses, los cuales a su vez también habían asesinado a cientos de miles de campesinos chinos en Nanking en 1937 en dos semanas (conforme a EEUU, 500 mil) sin mostrar arrepentimiento ni tampoco pedir perdón a China.
Desde entonces se han ensayado dos mil 500 armas nucleares que equivalen a 29 mil bombas atómicas semejantes a las lanzadas contra Japón.
Es cierto que tales ensayos se han reducido drásticamente durante las últimas décadas. Sin embargo, los ya realizados han perturbado irremisiblemente el medioambiente y el sistema mundial de las precipitaciones pluviales debido a la radioactividad producida, con efectos negativos sobre el clima y la vida en todas partes.
Actualmente existen 13 mil 400 armas nucleares en el mundo, pero las potencias mencionadas no ratifican el Tratado que las prohíbe en vista de la desconfianza generada en la estructura de la seguridad internacional, minada por las tensiones recíprocas que se generan entre los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, las cuales se extravasan hacia los países nucleares que no pertenecen al Consejo.
Se hace urgente y necesario, por lo tanto, desarmar las mentes de los dirigentes del planeta que pueden hacer explotar por los aires, incluso de manera inconsciente, involuntaria y accidental, a nuestra, y subrayo, Nuestra Humanidad.
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