La Operación Cóndor o el Plan Cóndor tuvo implicaciones en gran parte desconocidas. De allí que fuera para mí un enorme placer y una honda satisfacción recibir comentarios valiosos y pertinentes de Stella Calloni el pasado 8 de abril que me ayudan a contextualizar mejor mis propias experiencias personales con agentes de la CIA en el Instituto Internacional de Estudios Sociales de La Haya, prestigioso centro académico que el Gobierno de Holanda acordó establecer con la ONU en el Palacio de la Reina Juliana.
Stella Calloni conoció a Martin Almada a raíz de una información que obtuvo sobre el «lugar al cual la policía paraguaya había trasladado más de cuatro toneladas de papeles, todos referidos a la dictadura de Stroessner… Entre estos aparecieron varias comunicaciones de la dictadura de Stroessner con otros países referidos a la Red Cóndor, entre ellos una copia del acuerdo firmado en noviembre de 1975, entre las dictaduras del Cono Sur para llevar adelante una Operación Cóndor.”
Según la prestigiosa periodista argentina, el acuerdo contemplaba tres fases destinadas a “coordinar acciones conjuntas para espiar, perseguir secuestrar y entregar prisioneros de un país a otros ilegalmente y/o asesinar a importantes figuras políticas y por supuesto a dirigentes de las guerrillas en el Cono Sur.”
Prosigue Stella Calloni su importante relato:
“Esta Operación fue posible porque ya estaban instaladas las dictaduras de Paraguay (1954), Brasil (1964), Bolivia (1971), Uruguay (1973), Chile (1973) y en Argentina con participación de militares argentinos, cuando gobernaba Isabel Perón, en un país en que actuaban la parapolicial Alianza Anticomunista Argentina, la criminal Triple A que asesinó de 1973 a 1975 a funcionarios y dirigentes sindicales, estudiantiles y otros del peronismo y de la izquierda, mediante el secuestro y la persecución, comenzando con el exilio de los amenazados. Como se sabe, la triple A y el Comando Libertadores se incorporaron a la dictadura militar de marzo de 1976.”
“En 1976, enviados de Pinochet, con la complicidad de Paraguay y por supuesto de la CIA, fue asesinado en pleno barrio de las embajadas en Washington el ex ministro de varias carteras de Salvador Allende, el economista Orlando Letelier.”
Stella señala lo que es crucial para entender nuestra odisea personal con la CIA en Holanda:
“Es decir, antes de que se coordinaran todas las dictaduras de la Doctrina de Seguridad Nacional ya había secuestros, asesinatos y entrega de víctimas de un país a otros, en un pre Cóndor.”
A este respecto, debo señalar que, en mayo de 1970, durante una gira del Instituto de La Haya a Washington, D.C. y la ONU en Nueva York, en la que participé, fui secuestrado por agentes de la CIA al mando de John Fosdick, en el Instituto de Políticas Publicas de Barnett.
Fosdick, junto a Joe Young, de la CIA en Panamá, me estuvo presionando e intentando sobornar desde 1966 hasta 1968 por mi oposición a los proyectos de tratados Robles-Johnson de 1967. Fue trasladado a Washington quizás por un desliz que cometió frente a mí por lo cual, al día siguiente de nuestra última reunión, fue trasladado a su país: mencionó nombres de algunos colaboradores de la embajada de Estados Unidos. De más está decir que yo le provoqué deliberadamente este desliz.
Fosdick y otros agentes de la CIA, vestidos de negro, rubios y con gafas, me sustrajeron del Instituto de Barnett ante el asombro del staff de ese centro. Intentaron llevarme a un apartamento para interrogarme, pero yo, intuyendo el peligro, me les escabullí en la cafetería de la Universidad George Washington y me fui en el primer taxi que encontré. Al regresar al hotel, mi habitación había sido registrada y saqueada.
Mi instituto se quejó infructuosamente ante la Cruz Roja Internacional por mi secuestro.
Tres años después, el Instituto de Barnett le dio acogida a Orlando Letelier, quien murió junto a su secretaria, Rony Moffit, en un atentado de la CIA con agentes cubanos, uno de los cuales era Luis Posada Carriles, quien hizo explotar un avión cubano con 76 víctimas en Barbados e intentó asesinar a Fidel Castro en Panamá durante la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno en 2000.
Como señala Stella Calloni: “La bomba que explotó debajo el automóvil de Letelier, accionada desde una distancia determinada, también mató a su secretaria, Rony Moffit, dejando herido a su esposo Michael Moffit.» (sigue)
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