Por Gustavo Espinoza M.
El asesinato de Arturo Cárdenas Fernández, Secretario General del Sindicato de Lima de la Federación de Trabajadores en Construcción Civil consumado en días pasados, ha encendido las alarmas en diversos sectores de la opinión ciudadana. Y no podía ser de otra manera. No sólo por tratarse de un dirigente de nivel federal del gremio del andamio, sino también porque se produjo a pocos metros de la sede sindical de Cangallo, ciertamente protegida por diversas cámaras de vigilancia. Y también porque el hecho suma.
Ya son casi dos docenas de trabajadores del sector que han sido abatidos en una circunstancia similar, derivada de la pugna por cupos de trabajo en las obras del sector. Pero el tema, da para más. La Federación de Trabajadores en Construcción Civil lleva 70 años de lucha no sólo por los intereses de sus afiliados. Partiendo de ellos, supo con regularidad ostentar una línea de clase que le permitió tomar en sus manos legítimas banderas de alcance más amplio, vinculadas a los intereses históricos de los trabajadores.
Así, la reforma agraria, la nacionalización del petróleo, la defensa de las libertades públicas, las relaciones diplomáticas y comerciales con todos los países del mundo, la solidaridad con Cuba y los pueblos en la lucha formó parte del combate de una organización que entregó la vida de sus mejores hijos y procuró siempre estar a la altura de las grandes tareas históricas de las que nos hablara Mariátegui en sus principales escritos sindicales.
A fines de los años 50, y gracias a un accionar constante liderado por Isidoro Gamarra, Rolando Guevara, Bernardo Linares y otros, la FTCCP recuperó el rumbo clasista sembrado por José Apaza Mamani y Simón Herrera Farfán, sus primeros dirigentes muertos en prisión en los años de la dictadura de Odría.
Derrotar al amarillaje aprista amamantado por el empresariado y las autoridades del sector, fue el resultado de una lucha relativamente prolongada y también violenta y difícil. Ifigenio Zamudio y Raymundo Montoya Távara- írritos detentadores del Poder en esa estructura obrera- hicieron uso de armas de fuego para perpetuarse en la conducción del gremio, pero fueron arrojados de allí por el valor y la firmeza de quienes supieron enfrentar todas las contingencias, y vencer.
La línea de clase de la FTCCP convirtió a la organización sindical en una fortaleza que sirvió largamente al conjunto del movimiento popular y articuló vigorosas acciones al lado de otras organizaciones sindicales y sociales y un movimiento estudiantil que libró grandes jornadas en 1960 y 1964. Luego, esa Federación fue la herramienta decisiva para el surgimiento y consolidación de la CGTP, como la Central de Clase del Proletariado Peruano, en junio de 1968. Quienes la dirigimos en ese periodo, siempre fuimos conscientes de esa realidad, y trabajamos por cultivar esa memoria.
La clave de ese legado estribó en el hecho de combinar la lucha reivindicativa con el combate social más amplio: la defensa de los intereses inmediatos de los trabajadores, con las demandas populares, más sentidas, vinculando estrechamente unas causas con otras, y mirando el horizonte con firmeza y optimismo.
Es ese el aporte de Isidoro Gamarra y Pedro Huilca, las figuras emblemáticas de un movimiento que hizo vibrar al país en la medida qué combinó las demandas de orden reivindicativo y sindical con las tareas más amplias relacionadas con el forjamiento de una conciencia capaz de cimentar la base de un Perú Nuevo.
Hoy, estas banderas están intactas. Los crímenes contra el país, son crímenes contra los trabajadores, y viceversa. Existe una relación concadenada entre unos y otros. Separarlos, es algo que forma parte de la concepción de la clase dominante, pero es una opción ajena a los trabajadores y a sus organizaciones.
La lucha por denunciar y combatir el juego imperialista, interesa al Perú y por tanto a los trabajadores, del mismo modo que importa enfrentar a las mafias que gobiernan, a la política succionadora del capital, a la corrupción organizada, la inseguridad ciudadana y el envilecimiento que han sembrado, en amplios sectores de la sociedad, el fujimorismo y sus aliados. La lucha de clases en su más amplia dimensión.
Las tareas son muchas. Y ellas requieren de la mayor unidad que sea posible forjar para derrotar a quienes detentan hoy las riendas del Poder en todas sus instancias. Esa es ahora la tarea principal que afronta nuestro pueblo y que debe ser honrada desde los distintos eslabones de una Clase empeñada en construir un derrotero de progreso y desarrollo.
Y no hay que confundirse en el tema. Cuando la “Prensa Grande” lamenta la muerte de un dirigente sindical clasista, no lo hace porque sienta su pérdida. Maneja el tema con embozada elegancia apenas para enmascarar intenciones más oscuras. En el fondo, quisiera que los dirigentes sindicales de ese corte simplemente desaparezcan del escenario nacional.
Los crímenes contra los trabajadores, en este contexto, importan más bien a quienes tienen verdadero sentido de Patria, razón por la cual defienden las riquezas básicas del país, la soberanía nacional, la independencia en la toma de decisiones y el respeto a la voluntad ciudadana. Altas banderas teñidas con sangre obrera.
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