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jueves 21 de noviembre de 2024

Perú.Las tres razones del Oidor

Por Gustavo Espinoza M.

Si la inquilina de Palacio de Gobierno decidiera hablar con los periodistas, estos podrían preguntarle por qué autorizó el ingreso de 600 Infantes de Marina de los Estados Unidos de Norteamérica con armamento de guerra, helicópteros, aviones y navíos, además de otras vituallas de orden castrense, ella podría recordar al Oidor Zarate y dar una respuesta concreta: Por tres razones. Y si le insistieran en preguntarle cuáles eran esas razones, la señora aludiría al relato de Ricardo Palma en sus jugosas Tradiciones Peruanas: Por miedo, por miedo y por miedo.

¿Miedo a qué? se le podría repreguntar. Entonces ella se envolvería en la tórrida caída de palabras a la que suele recurrir cuando no tiene nada que decir ni encuentra motivo para hablar.

Podría citar el Paro decretado por un sector de los transportistas, las movilizaciones convocadas por los Frentes Regionales en el interior del país, las Marchas y Plantones organizados en la capital, el bloqueo de carreteras y otras vías de comunicación, hasta la ofensiva desatada por la delincuencia común que se expresa en actos de extorsión, sicariato, asalto a mano armada y otras modalidades imperantes en el Perú de hoy.

Porque a todo eso le tiene un miedo pánico que la hace trastabillar; pero, sobre todo, zurrarse en las normas legales y los principios que la obligan a rendir cuentas de gestión, aunque haya tenido turbio origen.

Por eso, los soldados yanquis y todo su armamento. Y por eso también la movilización de 14 mil efectivos, entre policía nacional y soldados, que dispuso para garantizar “la seguridad” de la Cumbre reciente, la denominada APEC. La presencia de tropas norteamericanas en nuestro territorio tiene vieja data.

De hecho, en el norte del país existió desde los años 30 del siglo pasado, la Base de El Pato. Más recientemente, y para no perder la costumbre, la gobernanza del Perú aceptó la Base de Santa Lucia, en la selva, y que aún hoy luce el pretexto de combatir el Narcotráfico.
Pero hay que recordar también que en los años 60, cuando la guerrilla del MIR iniciaba sus operativos, Belaunde Terry dispuso el accionar de helicópteros norteamericanos para incendiar la montaña y asegurar el aniquilamiento de combatientes y pobladores, quienes perecieron sin que nunca se investigara las circunstancias de tales crímenes.

Esas bombas, similares a las que el ejército yanqui usara en Vietnam, destruyeron aldeas y causaron pérdidas infinitas a los pobladores.
Después, y ya en el marco del Tratados Interamericano de Asistencia Recíproca -el siniestro TIAR-, la Fuerza Armada del país del norte operó aquí como en su casa, santificada por los gobiernos de Toledo, García. Humala y PPK razón por la que, más recientemente, y bajo la administración Boluarte, los Infantes de marina actuaran libremente.

Hasta Laura Richardson, la poderosa Generala al frente del Comando Sur de los Estados Unidos, estuvo varias veces en el Perú para “inspeccionar” tratados de ese corte.

¿Qué diría la “Prensa Grande” si en lugar de soldados Made in Usa, vinieran -por ejemplo- soldados cubanos o venezolanos, enviados por sus respectivos gobiernos? También en el tema se impone el doble rasero: si lo hacen los norteamericanos, es bueno, pero resulta pésimo que lo hagan otros.

Lo que ocurre, en el fondo, es que la Clase Dominante le tiene miedo al pueblo. Le espanta la posibilidad que las masas salgan del letargo en el que se hallan sumidas, y decidan convertirse en actores de primer nivel forjando una nueva historia.

Cada uno de los Paros recientes en los que los transportistas, sumados a los comerciantes, jugaran un rol decisivo, la saca de sus casillas. Por eso en sus mensajes, no hace otra cosa sino pretender atenuar la fuerza de un movimiento que sabe la deja en solitario.
Y por eso, su insistencia en exigir que las movilizaciones sociales sean “pacíficas”. Nada les asusta más que “la violencia”. Y no se refieren a la violencia terrorista, sino a la popular, que es a la que le temen más.

Se les escarapela el cuerpo de sólo imaginarla. Y eso, como si la Jornada de las ocho horas en el Perú hubiese sido conquistada con “métodos pacíficos”; si la jubilación en la Francia del 68 hubiese sido alcanzada sólo con “el diálogo”; como si los trabajadores no hubiesen requerido nunca de marchas, movilizaciones y huelgas para obtener la reposición de sus dirigentes despedidos, o el incremento de centavos del salario.

La historia de la humanidad, que es la historia de la lucha de clases, confirma que los “métodos pacíficos” son válidos en la medida que se asientan en acciones de fuerza. Sin ellas, carecerían de sentido y no servirían para alcanzar objetivo alguno.

Volvimos a verlo recientemente: en Arequipa hubo cinco heridos por disparos policiales de perdigones: en Lima, decenas de contusos, golpeados y detenidos; en el norte del país, gaseados y agredidos, y en sur andino, ni se diga. Esa región- para Dina- “no es el Perú”.

El reciente Paro de 72 horas en paralelo a la cita de APEC, cumplió con llamar la atención del mundo pese a haber sido “escondido” por la Prensa Grande. Fue tan intenso que rompió las barreras de “seguridad” que contra él se tendieron. Otra vez se confirmó que la palabra del pueblo es más poderosa que el silencio de los opresores.

Por lo demás, la presencia de los presidentes de China y de Vietnam no pudo ser soslayada. En el centro de APEC, estuvo su presencia, que no pudo ser ignorada, pero eso causó miedo, como las Tres razones del Oidor.

rmh/gem

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