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viernes 18 de julio de 2025

La barbarie sionista

Por Gustavo Espinoza M.

Hay quienes definen al Sionismo como el estamento de judíos que luchan por tener un Estado propio, Independiente y Soberano. Nada más alejado de la verdad.

La mayoría de judíos- es verdad- anheló siempre un Estado propio con esas características, pero eso no los convirtió en Sionista. Muchas veces los condujo a otras opciones, incluso al socialismo. Julius y Ethel Rosenberg, por ejemplo, destacados judíos, fueron procesados y condenados a morir en la silla eléctrica en los años 50, por ser comunistas.

Hoy mismo, en Israel, existe y funciona, enfrentando muy difíciles retos, el Partido Comunista de ese país, que recientemente suscribiera un documento solidario con su similar de Irán, condenando la guerra iniciada por Netanyahu en el Medio Oriente. Los comunistas israelitas, viven en ese Estado y son mayoritariamente judíos, pero no tienen nada de sionistas.

Howard Fast, el destacado escritor norteamericano, autor de la inolvidable noble Espartaco, alude en “Silas Timberman” a varios casos registrados en Estados Unidos en los años del “Comité Mc Carthy”, de académicos perseguidos por sus convicciones políticas. Todos ellos eran judíos, pero ninguno Sionista.
El Sionismo entonces no es una concepción natural. Es una grave deformación que trastoca los valores y convierte a un sector de judíos en implacables enemigos de personas a las que considera sus enemigos porque forman parte de “una raza inferior”.

Los Sionistas consideran que Israel es algo así como un “pueblo elegido” y que está llamado a “salvar a la humanidad” convirtiéndose en la fuerza conductora de la especie humana.

En la base de esa idea subyace una concepción racista. Del mismo modo como los Nazis consideraban en la Alemania Hitleriana a la “raza aria”, como un segmento “superior” y por tanto con derecho a dominar el mundo y someter a los demás; así los Sionistas conciben a ”la raza judía” como el escalón más alto de la especie y la única, por tanto, capaz de conducirla al futuro.

De ese modo resulta incapaz de entender un asunto muy simple: La única raza que existe en el planeta tierra, es la raza humana. No existe otra. Por eso, todos los seres humanos son iguales, independientemente del color de su piel, de sus rasgos físicos, o del tamaño de su cuerpo.

Pretender encontrar “diferencias sustantivas” entre negros y blancos, entre arios y eslavos, entre nipones y chinos, carece completamente de sentido y resulta incompatible con la inteligencia humana. No hay entonces hombres “superiores” como tampoco los hay “inferiores”. La raza humana, es una sola.

Lo que ocurre en nuestro tiempo es que los Sionistas- con el apoyo del gobierno imperialista de los Estados Unidos- se apoderaron de la conducción del Estado de Israel cuando este fuera creado en 1948, fecha en la que la ONU, como una manera de “reparar” a los judíos víctimas del exterminio nazi, les reconoció un territorio a ser compartido con los pueblos árabes.

En el ideal de la época se pensó en la posibilidad de dar vida a dos Estados paralelos- uno árabe y el otro judío- en un territorio compartido. La ilusión duró muy poco. Los judíos expulsaron a los árabes de sus territorios a la mala y luego les quitaron otros. Se inició así una guerra que dura hasta hoy.

El 7 de octubre del 2023 un destacamento palestino denominado “Hamas” efectuó ataque a territorios ocupados por Israel, y que antes fueran Palestinos. Hubo israelitas muertos, y otros tomados de rehén; pero el hecho sirvió para desencadenar contra las poblaciones árabes una ofensiva de aniquilamiento que ya registra más de 100 mil muertos.

Hombres, mujeres y niños, independientemente de la actividad que realizaban y de sus ideas políticas- si las tenían- fueron las víctimas de esta política de exterminio. Y ella llegó a extremos tan pérfidos que la Corte Penal Internacional con sede en Roma la consideró un Genocidio y decidió procesar a Benjamín Netanyahu y a su ministro de Defensa como “criminales de guerra” por su ejecución.

Consecuente con esa iniciativa, la CPI dictó Orden de Captura Internacional contra los dos acusados, disposición que no se ha cumplido. El jefe sionista tuvo el descaro de viajar a los Estados Unidos para entrevistarse con Donald Trump, sin que nadie lo interviniera, demostrándose así- en los hechos- que las órdenes judiciales se acatan, pero no se cumplen.

El mundo ha visto con horror el desarrollo de esta “guerra”, que no ha sido otra que una guerra de exterminio. Cada día las agencias internacionales de noticias han hablado de 50 o más muertos, aunque no han contado desaparecidos. Cada día también hemos visto edificios demolidos, ciudades devastadas, avenidas en escombros, viviendas en escombros.

Y cada día también, la administración de Tel Aviv se ha mostrado sorda a todas las demandas de paz, a las peticiones de clemencia o incluso a los planteos de “cese al fuego”, aunque fuese temporal. Para el régimen de Israel, pasar un día sin matar niños palestinos, constituiría una muestra de “debilidad” que no está dispuesta a tolerar.

Los pueblos se han alzado en todos los continentes rechazando esta política asesina. Las calles de Londres, las avenidas de Nueva York, los parques de Berlín, La Gran Vía de Madrid, al igual que las Universidades de los Estados Unidos y las ciudades de Italia, han conocido múltiples expresiones de solidaridad con la causa Palestina. Algo parecido ha ocurrido en América Latina. Santiago, Buenos Aires, Montevideo, Bogotá, Caracas, o La Habana, lo han confirmado.

Incluso en nuestro país, han tenido lugar diversas movilizaciones de repudio a esta nueva versión del holocausto en el que las víctimas no han sido los judíos, sino los árabes, las poblaciones de Gaza y la Cisjordania ocupada.

Pero la camarilla sionista de Israel parece no estar dispuesta a escuchar nada. Para ella, la tarea es continuar la guerra hasta que no quede un Palestino vivo en las inmediaciones. Y su preocupación principal, es Gaza y Cisjordania, que mantienen jaqueadas. Para abordar ese tema, Netanyahu viajo hace pocos días a un nuevo encuentro con Donald Trump en la Casa Blanca.

Para Tel Aviv, sin embargo, la cosa va más allá, Ahora, después de los misiles iraníes sobre su suelo, el miedo le impuso nuevos retos. Se trata de proseguir entonces la guerra en un nivel más alto, contra un país más fuerte capaz de asestar duros golpes a distancia.

Por lo pronto, Israel ha acusado a Irán de fabricar armamento nuclear. Ese mismo argumento se usó hace algunos años para derribar al régimen de Irak y asesinar a Saddam Hussein, Hoy se esgrime contra los Ayatolas, y en su nombre, Tel Aviv asesinó ya a 14 científicos nucleares que trabajaban en la antigua Persia. Ante sus ojos, Netanyahu y los suyos tienen una confrontación nuclear. No les importa.

Será esa la única manera de mantener el Poder en manos de quienes hoy lo detentan.

En definitiva, Sionismo y barbarie son sinónimos,

rmh/gem

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