Por Santiago Masetti
Joven líder indígena, productor en el trópico de Cochabamba, titular del Senado y candidato presidencial por Alianza Popular, Andrónico Rodríguez encarna una renovación generacional que interpela a la Bolivia profunda y propone una salida popular frente a una derecha anclada en sus viejos métodos.
A sus 36 años, Andrónico Rodríguez se proyecta como el candidato presidencial que mejor expresa el recambio político en Bolivia. Nacido en Sacaba, Cochabamba, y forjado en el movimiento cocalero, su militancia comenzó bien desde abajo, en las bases de las Seis Federaciones del Trópico.
Resistió como pocos al último golpe de Estado y entre 2020 y 2024 ejerció la presidencia del Senado, consolidándose como una clara figura de la política local y firme frente a los embates conservadores.
“Le pido al pueblo que no pierda la confianza en el futuro, este proceso electoral es singular y sin duda histórico. Es momento de transición en este tiempo de crisis hacia un momento de desarrollo sostenible”, afirmó al dialogar con este articulista, marcando el tono de una campaña que apunta a la reconstrucción del proyecto nacional y popular.
Las elecciones presidenciales del próximo 17 de agosto encuentran a Bolivia con una oferta electoral dividida en tres polos.
Por la derecha, compiten el empresario Samuel Doria Medina (Unidad), el ex presidente Jorge “Tuto” Quiroga (Libre) y el alcalde de Cochabamba, Manfred Reyes Villa (Autonomía para Bolivia). Todos con trayectorias conocidas, apelan ahora a la tecnopolítica para reciclar viejas formas: campañas agresivas, fake news, encuestas direccionadas y apelación al miedo, la receta de las ultraderechas de última generación.
Por la centro izquierda e izquierda, además de Rodríguez, participan el ex ministro de Gobierno Eduardo Del Castillo (MAS) y la alcaldesa de El Alto Eva Copa (Morena).
La atomización del voto progresista preocupa: no hay segunda vuelta, y una dispersión en el voto puede abrirle la puerta a un retorno de los sectores más reaccionarios y entreguistas de los recursos bolivianos.
“La derecha observa y presta atención y dicen que tienen una oportunidad de oro para llegar al poder, desplazarnos y extinguirnos. Nosotros tenemos la gran oportunidad de perfilar un nuevo ciclo de este proceso. El camino es con humildad para corregir los errores del pasado”, agregó Andrónico en otro pasaje de la charla.
El ex presidente Evo Morales, fuera de carrera tras impugnaciones judiciales, optó por una estrategia de presión: propone el voto blanco o nulo, un verdadero giro sectario para conservar algo de su poder territorial.
El joven pretendiente presidencial no lo menciona directamente, pero sí apunta al daño que esto puede causar. “Debemos y tenemos que generar e irradiar mayor unidad, y a los compañeros y compañeras que están con cierta duda y se repliegan al silencio y la indecisión, les digo con humildad: no caigamos en el juego de la derecha”, advirtió.
La apuesta es clara: sostener la democracia sin caer en disputas internas estériles. En su criterio, el enemigo está afuera y se organiza para volver al poder, no con propuestas, sino con operaciones digitales, financiamiento externo y relatos engañosos.
La candidatura de este luchador popular interpela a un amplio abanico social. Su campaña se basa en la defensa de la soberanía, la justicia social y una transición productiva con equidad.
“Lo que sembramos ahora definirá al país que heredarán nuestros hijos e hijas. Es tiempo de actuar con visión y compromiso”, afirmó.
Con un tono más conciliador que confrontativo, Rodríguez se desmarca tanto del personalismo como del revanchismo: “Quiero ser el Presidente de todos y todas los que amamos nuestro país. Vengo a unir con respeto, diálogo, con acuerdos, invito a construir juntos la estabilidad que Bolivia necesita para el nuevo mundo que cambia día a día”.
Su figura recupera el sentido profundo de 2019: enfrentar al golpismo con unidad y coraje, sin ceder al chantaje ni al pasado. Propone un modelo económico sostenible y soberano, con medidas concretas de estabilización fiscal y cambiaria.
Asimismo, el despliegue de políticas públicas contra la especulación alimentaria, programas de acceso social a los servicios básicos como salud, educación y empleo, y estrategias para la recuperación del poder adquisitivo de los salarios y los ingresos populares.
En contraste, los principales candidatos de la derecha ofrecen discursos vagos y sin propuestas claras. Medina repite recetas fallidas. “Tuto” Quiroga se queda en slogans vacíos y Reyes evade los problemas estructurales con un discurso autoritario. Ninguno presenta un plan serio para enfrentar la crisis fiscal, el desabastecimiento o la caída del salario real.
Para el resto de los candidatos, no es muy diferente el escenario, ya que Del Castillo y Copa priorizan consignas ideológicas sin propuestas concretas sobre producción, inflación o divisas.
Así, Andrónico destaca no solo por su juventud y experiencia legislativa, sino por un plan sólido que busca estabilidad con justicia social. Mientras otros apuestan al marketing o la nostalgia derechista, él se basa en datos y señala objetivos claros.
El mensaje del candidato indígena es una síntesis de su vida política: “hay que cerrar el ciclo de los viejos políticos, de los pactos oscuros y los proyectos personalistas. Es momento de un liderazgo con raíces en el pueblo y mirada en el futuro”.
Algunos analistas y observadores lo caracterizan como el probable arquitecto de una nueva etapa, y en ese sentido queda claro que las próximas elecciones podrían definir el futuro de Bolivia, en medio de un mundo y de una región con incontables desafíos para las fuerzas progresistas.
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