Por José R. Oro
Vivimos días atroces en nuestra humanidad. Las crisis espantosas de Ucrania, Gaza y otras partes del Medio Oriente nos muestran cuán frágiles somos sobre nuestro planeta. Si estas crisis llegan a peores, es decir a un cataclismo nuclear, no es que el planeta Tierra vaya a desaparecer, lo que desaparecerá de seguro es la vida en él.
Si le preguntáramos a un partidario de la unipolaridad estadounidense (B. Netanyahu, V. Zelenski, et al) si piensan que tiene (tuvo o tendrán) un gobierno fascista, la mayoría diría que no, que esos son sus derechos, que están ejerciendo el derecho a defenderse del terrorismo internacional. Y mientras 50 años de atrocidades por todo el planeta fueron “justificados” usando el fantasma de la “amenaza del comunismo”, ahora nos enfrentamos a una interminable serie de atrocidades amparadas por la “causa del antiterrorismo”. Siempre existirá una excusa para aplicar la fuerza bruta por todo el planeta usando a los “enemigos del momento”, casi siempre imaginarios, como justificación.
El sistema imperialista es fundamentalmente inestable debido a sus injusticias sociales y económicas y la corrupción dentro de la praxis política. La política exterior que de allí surge se encuentra diseñada para preservar el sistema doméstico y las leyes para gobernar el país son el resultado de esta inestabilidad del sistema interno. Esto quiere decir que para que los estados imperialistas puedan mantener el sistema dentro del país, éste tiene que tener acceso a productos indispensables, a la fuerza de trabajo y mercados de otros países. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, el planeta no ha podido ser gobernado como una autarquía y desde entonces ha dependido en gran medida del comercio exterior.
Hoy por hoy esa necesidad es quizás mayor que nunca. Sin acceso a esos productos y materia primas que los países imperialistas no poseen, sin el acceso a esa fuerza de trabajo barata para producir esas materias primas y productos terminados a un costo muy bajo y sin el acceso a los mercados de esos países para enviarles la producción sobrante, el sistema imperialista se derrumbaría. Es por eso que la política exterior de los Estados Unidos y otros países imperialistas está diseñada para preservar la explotación de otros pueblos y otros países.
Si hace falta un régimen fascista dentro de los Estados Unidos, etc. para hacer esto, entonces habrá un régimen fascista porque hay una clase política dentro de los países imperialistas que toma las decisiones y no son muchas esas personas, son una pequeña proporción de la población. Es una clase política que está muy al tanto de los peligros internos, la amenaza interna de un derrumbe y las diferentes formas en las que esto podría ocurrir y, por tanto, crean la política exterior e interna para evitar la caída de sistema. Después del 5 de noviembre sabremos si el fascismo se ha entronizado de nuevo en la Casa Blanca o no.
El Genocidio
Los atroces episodios del Genocidio tienen una característica esencial si los analizamos con la óptica del Materialismo Histórico marxista, sus causas pueden ser: Ultranacionalismo en muchas variantes que últimamente conocemos como “limpieza étnica”, fundamentalismo religioso, exclusivismo (por ejemplo pretender ser un “pueblo elegido” o atesorar un “Destino Manifiesto”), tribalismo, formas ideológicas aberrantes (como el nazismo), racismo en sus formas más exacerbadas, etc. El Imperialismo contemporáneo encabezado por los Estados Unidos y la OTAN quiere olvidar que el potencial uso de armas de destrucción masiva, puede acabar con la humanidad y con ellos mismos, por supuesto.
La definición de Genocidio sigue siendo un tanto vaga o no completamente definida, tanto desde el punto de vista jurídico como sociológico, es más bien espontánea. En el año 1944 un abogado de nombre Rafael Lemkin, de origen judío- polaco, acuñó el término para poder referirse a los hechos antisemitas en el continente europeo, llevados a cabo por los nazis. Esa definición estaba incluida en su libro “El poder del Eje en la Europa ocupada”. Para la creación del término genocidio se utilizaron bases griegas y latinas, combinando Geno, del griego, que significa estirpe o raza con el sufijo Cidio del latín, que significa asesinar o matar. La palabra Genocidio no es un término legal propiamente dicho, pero apareció al final de la Segunda Guerra Mundial, como término descriptivo de masacres.
El Acuerdo o Carta de Londres de 8 de agosto de 1945 estableció el Estatuto del Tribunal de Núremberg y definió como crimen contra la humanidad el «asesinato, exterminio, esclavitud, deportación y cualquier otro acto inhumano contra la población civil, o persecución por motivos religiosos, raciales o políticos, cuando dichos actos o persecuciones se hacen en conexión con cualquier crimen contra la paz o en cualquier crimen de guerra».
A finales de 1946, la Asamblea General de la ONU, recién creada, aprobó la resolución 96 en la que el término Genocidio aparece por primera vez en un documento internacional. La resolución lo definió como “una negación del derecho a la vida de los grupos humanos”, independientemente de que estos “grupos raciales, religiosos, políticos o de otro tipo hayan sido destruidos por completo o en parte”; y, por tanto, como un crimen sometido al Derecho en cualquier lugar. Así, en la resolución no se distinguía entre el “crimen contra la humanidad” aplicado en Núremberg y el de Genocidio, quedando este último de cierta forma incluido en el primero.
En diciembre de 1948 la Asamblea General de la ONU aprobó la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio que luego sería ratificada por cada uno de los Estados miembros, de acuerdo con la idea Lemkiana de que el ataque contra un grupo humano equivale a atentar contra la humanidad.
Pienso que el Genocidio sensu strictu es un fenómeno esencialmente no clasista, solo indirectamente relacionado con la lucha de clases como fuerza motriz de la historia. Incluso creo que en aquellos casos de genocidio “ideológico” no fueron fundamentalmente dirigidos al exterminio de una clase social en sí misma, sino a un partido o partidos, aunque se usara ese concepto a veces a fuer de abyecta “justificación” de semejantes crímenes. En todas las formaciones económico- sociales desde la sociedad primitiva hasta el presente se han producido genocidios. El principal genocida por un ampliamente mayor nivel de atrocidades ha sido el imperialismo (británico, francés, estadounidense, belga, ruso zarista, japonés, etc.), pero generalmente sin distinción de clase social. Es decir, las guerras imperialistas (en el sentido del Imperialismo como forma superior y última del capitalismo) tienen un claro componente clasista, pero los actos de Genocidio relacionados, no lo son.
Formas y Métodos del Genocidio
El Genocidio tiene sus propias formas y métodos, que vienen ya desde los tiempos tempranos del capitalismo y se siguieron manifestando más tarde. Pondremos algunos ejemplos:
• El secuestro y/o traslado forzoso de civiles, principalmente mujeres y niños del grupo atacado. Aislamiento, despoblamiento y otros actos de violencia demográfica. Utilizado ampliamente contra Cuba, tratando de dejarnos sin médicos y otros profesionales, artistas, deportistas, hombres de negocios en la década de los 1960’s y actualmente con el Bloqueo que muchos miles de personas, principalmente jóvenes profesionales, salgan ilegalmente del país.
• El sometimiento a condiciones infrahumanas que tengan como consecuencia la inflexión de graves lesiones físicas o mentales, mutilación o muerte.
• La matanza directa de los miembros del grupo de individuos.
• Las intervenciones reproductivas que impidan los nacimientos en el grupo agredido.
El Imperialismo, el más propicio hábitat del Genocidio
V.I. Lenin en su libro “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, define cinco rasgos fundamentales del imperialismo: 1) La concentración de la producción y del capital; 2) la fusión del capital bancario con el industrial y la formación, de la oligarquía financiera; 3) la exportación de capitales, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particularmente grande; 4) la formación de asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas; 5) la culminación del reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes.
Estas características hacen que el Imperialismo constituya el hábitat óptimo para el Genocidio, el Chauvinismo y la Xenofobia.
El “Chauvinismo”, vulgar caricatura del Patriotismo.
El soldado francés Nicolas Chauvin resultó gravemente herido durante las guerras napoleónicas y recibió una pensión irrisoria por sus heridas. Después de que Napoleón abdicara, Chauvin mantuvo la fanática creencia bonapartista sobre la supuesta misión mesiánica de Francia, a pesar de la impopularidad de esta visión en el propio pueblo francés. Su devoción inquebrantable y enajenada “a su causa”, dio inicio al uso del término.
El chovinismo como se dice en castellano se ha extendido desde su uso original para incluir la devoción fanática y la parcialidad indebida hacia cualquier grupo o causa al que uno pertenece, especialmente cuando tal partidismo desenfrenado incluye prejuicios u hostilidad hacia extraños o grupos rivales o simplemente distintos. Es equivalente al término en inglés “jingoism”, que ha conservado el significado de chovinismo estrictamente en su sentido original de nacionalismo beligerante.
En 1945, la teórica política Hannah Arendt describió el concepto así:
“El chovinismo es un producto casi natural del concepto nacional, en la medida en que surge directamente de la vieja idea de la «misión nacional»… [L]a misión de una nación podría interpretarse precisamente como la de llevar su luz a otros pueblos menos afortunados que, por alguna razón, milagrosamente la historia los ha dejado sin una misión nacional. Mientras este concepto no se convirtió en la ideología del chovinismo y permaneció en el ámbito más bien vago del orgullo nacional o incluso nacionalista, con frecuencia resultó en un alto sentido de responsabilidad por el bienestar de los pueblos atrasados.”
Como resulta obvio, el chovinismo es irracional, en el sentido de que nadie puede afirmar que su nación o grupo étnico sea inherentemente superior a otro.
Un ejemplo histórico de chovinismo del siglo posterior a Chauvin fue el poeta judío-alemán Ernst Lissauer, cuyo nacionalismo extremo después del estallido de la Primera Guerra Mundial incluyó la escritura del «Himno de odio contra Inglaterra» ( «Haßgesang gegen England» ) en 1915. Como señala David Aberbach «No hay nada en la literatura hebrea moderna, por muy dedicado que sea a la causa de la soberanía judía, remotamente comparable al súper chovinista Hassgesang …».
A pesar de las raíces irracionales del chovinismo, en su momento se lo consideró explícitamente casi obligatorio para cualquier patriota alemán. Como comentó Walter Rathenau, justo antes del estallido de la guerra, «Quien ama a su patria puede y debe ser algo así como un chovinista». El poema de Lissauer fue sumamente popular, hasta el punto de que fue elogiado por el propio Kaiser, y el lema de Lissauer «!Gott satrafe England!” se usaba como saludo diario. Sin embargo, mientras que algunos judíos alemanes aprovecharon la oportunidad de la guerra para demostrar su patriotismo, Lissauer era un extremista y muchos otros judíos alemanes estaban en desacuerdo con él y con la forma en que expresaba su criminal chovinismo.
Las imágenes centradas en el cristianismo utilizadas para documentar la Kriegserlebnis (La experiencia de la guerra) por autores como Walter alejaron a los soldados judíos. Mientras que Lissauer intentó alistarse como soldado (pero fue rechazado por no ser apto) tan pronto como estalló la guerra, luego escribió el poema y, en palabras de Stefan Zweig , consideró que todo lo publicado por los periódicos y el ejército alemanes era «la verdad del evangelio» y que el líder político británico Edward Grey era «el peor criminal». Las últimas líneas del repulsivo poema dicen:
“Amamos como uno solo, odiamos como uno solo, tenemos un enemigo y solo uno: ¡INGLATERRA! “
La Xenofobia y su forma más Genocida: La “Limpieza Étnica”
La xenofobia es literalmente el rechazo u odio al extranjero o inmigrante, cuyas manifestaciones pueden ir desde el simple rechazo, hasta desembocar en el asesinato. Pero eso es viéndolo como un prejuicio de individuos. En tiempos más recientes estos prejuicios se han establecido en sociedades enteras. Entre los prejuicios xenófobos o racistas más extendidos están la superioridad cultural del mundo occidental (eurocentrismo), la vinculación del desempleo y la delincuencia a los emigrantes, como al decir del ultra- xenófobo Donald Trump que los “mexicanos son violadores y asesinos” o que los haitianos se comen a “los perritos y gaticos de sus vecinos”
El 16 de septiembre de 2008, en la cumbre de Bruselas, la Comunidad Europea aprobó la Ley contra la Xenofobia y el Racismo. Los Estados miembros contemplarían como delito:
• La incitación pública a la violencia o al odio dirigidos contra un grupo de personas o un miembro de tal grupo, definido en relación con la raza, el color, la religión, la ascendencia o el origen nacional o étnico.
• La comisión de uno de los actos a los que se refiere el apartado anterior mediante la difusión o reparto de escritos, imágenes u otros materiales.
• La apología pública, la negación o la trivialización flagrante de los crímenes de genocidio, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra dirigida contra un grupo de personas definido en relación con la raza, el color, la religión, la ascendencia o el origen nacional o étnico.
Entre 60 y 120 millones de personas han sido asesinadas mediante limpieza étnica, desde 1850. Hoy, más de 20 millones de personas viven como refugiados y muchos más como desplazados. La “guerra contra el terrorismo” que inició el gobierno de George W. Bush adquirió connotaciones étnico-religiosas tan pronto empezó. La extrema derecha estadounidense y los sionistas fanáticos hablaron y hablan de una “cruzada”.
Culpar, por ejemplo, solamente a Hitler del genocidio judío et al o de la Segunda Guerra Mundial en general, es un recurso demasiado simplista y fácil, que es de alguna manera tratar de exonerar al imperialismo y al Pan- Germanismo en este caso, descargando el veredicto de la Historia en un único sicópata.
(Ilustración 5)
La violencia racial y la “limpieza” étnica, política o religiosa son las formas más frecuentes de expresión del Genocidio y de la Xenofobia en las sociedades capitalistas de la era del Imperialismo. El racismo es parte principalísima de la Xenofobia y tiene una considerable antigüedad. En España los llamados Estatutos de Limpieza de Sangre del siglo XVI se basaban en «la idea de que los fluidos del cuerpo, y sobre todo la sangre, transmitían del padre y la madre a los hijos un cierto número de cualidades morales». Dijo fray Prudencio de Sandoval del «santo y prudente» estatuto de la catedral de Toledo de 1555, que fue modelo para los racistas posteriores a él:
“¿Quién podrá negar que entre los descendientes de los judíos y los moros se perpetúa y dura la inclinación al mal de su antigua ingratitud y desconocimiento, como en los negros persiste el accidente irreparable de su negritud?”
Lo expresado por el “ilustre prelado castellano”, se puede aplicar a los musulmanes de cualquier raza, a los asiáticos, africanos, eslavos, gitanos, levantinos, nativos americanos, aborígenes de Australasia, ainos, esquimales, etc. Las ideas raciales del Nazismo se basan en estas expresiones. En nuestros tiempos, los “semitas” israelíes asesinan bestialmente a los no menos “semitas” palestinos.
Quiero expresar que una guerra nuclear como propuso D. Trump y otros quienes dicen poseer “un botón nuclear más grande y poderoso”, no matará solo a los norcoreanos, iranies, chinos, rusos, cubanos o a los pobres del planeta. Presidentes y altas personalidades como el mismo Trump y sus adláteres, banqueros, líderes del complejo militar industrial, monarcas, pretendidos semi-Dioses y dirigentes mesiánicos, sus familias y todos los demás, arderán también en las llamas que es imprescindible impedir que se inflamen. Esta vez no habrá Holocausto, sino Hecatombe.
rmh/jro