Por Julio Yao
Como dos de las tres superpotencias del planeta, Estados Unidos y China influyen grandemente en los asuntos mundiales, especialmente en comercio y tecnología. A pesar de intentos diplomáticos y no militares, persisten los conflictos geopolíticos y económicos entre ambos.
Ambas potencias están engarzadas en una guerra comercial mediante aranceles, que EEUU. intenta aplicar a la contraparte para impedirle el acceso a los semiconductores, entre otros objetivos.
Sin embargo, la rivalidad entre ambas potencias se expresa en el campo regional y en la política a largo plazo.
Desde el siglo antepasado, EEUU. ha monopolizado la posición de Panamá para su exclusivo beneficio. Desde Panamá se coordinaron todas las intervenciones imperialistas desde el Río Grande hasta la Patagonia.
Desde esta perspectiva, China tiene mayor ventaja que EEUU., por dos razones claves.
Primeramente, la política exterior de China es de paz y no confrontación. En consecuencia, China prioriza la diplomacia y no la guerra. Su política exterior se acopla como anillo al dedo al sistema internacional del Sur Global, tal como se expresa en los BRICS, que crecen imparables y representan un alto porcentaje de la economía global.
Los BRICS, liderados por China, Rusia, India, Brasil, Sudáfrica y recientemente Colombia, se perfilan como el sustituto más cercano del sistema internacional representado por la actual ONU, que padece de desigualdad y la virtual dictadura de su Consejo de Seguridad.
¿Y Panamá?
Nuestro país fue capturado desde el siglo XIX como rehén de EEUU., el cual ha monopolizado su posición geoestratégica, salvo por el paréntesis del Tratado del Canal, que reconoció nuestra soberanía, a pesar de que nos obligó a firmar un Tratado de Neutralidad sin fecha de vencimiento que adolece de varias fallas técnicas.
A dicho Tratado se le adosaron varias Enmiendas ilegales del Congreso estadounidense que el Derecho Internacional considera nulas o no válidas y que Panamá tampoco aceptó durante el Plebiscito de los Tratados de 1977 y que, por ende, son inconstitucionales.
Es en esas Enmiendas (DeConcini, verbigracia), en las que Washington basa su política depredadora e imperialista.
Por lo tanto, Panamá debe luchar en varios frentes para salvaguardar sus intereses nacionales, que son clave para acceder a la independencia en política exterior.
En primer lugar, nuestro pueblo debe mantener a raya a EEUU., nuestro principal enemigo histórico.
En consecuencia, debemos rechazar las tres bases reinstaladas ilegalmente en el Canal y no reconocer el paso libre (“First”) y gratis (“free”), de naves de la Marina de Guerra de EEUU. en violación del Tratado de Neutralidad.
En segundo lugar, debemos reconocer que la República Popular China mantiene la más respetuosa política exterior ante el Derecho Internacional, jamás ha interferido en el Canal ni en asuntos internos de Panamá, ofrece la más amplia cooperación con Panamá, y nuestro país debe recular y rechazar la suspensión del acuerdo sobre la Ruta y la Seda, impuesta por Washington al mal llamado “presidente” de Panamá, José Raúl Mulino, cuya aceptación popular apenas raya el tres por ciento del electorado.
En tercer lugar, nuestro pueblo debe rechazar el falso y dictatorial gobierno “nacional”, títere de la oligarquía corrupta que gobierna al país desde 1903, con la excepción del período patriótico del General Omar Torrijos Herrera y su canciller de la Dignidad, Juan Antonio Tack, de quienes fui orgullosamente su asesor personal entre 1972 y 1977.
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