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lunes 23 de diciembre de 2024
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Y el socialismo ¿para cuándo? (II)

En estos últimos años, desaparecida la Unión Soviética -pero no Rusia, heredera de ese potencial-, la República Popular China, con su modelo de “socialismo de mercado”, comenzó a disputarle la supremacía económica a Washington. Eso sí tocó su bolsillo. La prosperidad creciente del gran país americano se vio diezmada.

Con un crecimiento espectacular -con desarrollos científico-técnicos y políticas de redistribución equitativas de la renta nacional como ningún otro país en el orbe- China comenzó a visualizarse como el gran enemigo de Estados Unidos.

En sus hipótesis de conflicto, Pekín aparece como uno de los dos grandes demonios a enfrentar. Por lo pronto Washington se está preparando para una posible guerra en el Pacífico, más exactamente en el Mar de la China, por lo que estableció una alianza militar para la región, lista para enfrentarse al gigante asiático, un émulo de la OTAN: el AUKUS (acrónimo, en inglés, de los países que la componen: Australia, Reino Unido y Estados Unidos).

Tal es su soberbia imperial que obligó a deshacer un contrato de Australia con Francia por 60 mil millones de dólares para la dotación de 12 submarinos convencionales, adjudicándose Washington la fabricación de esas naves de guerra, pero con energía nuclear, lo cual produjo el hondo descontento galo.

Para muchos analistas no será Ucrania sino esta explosiva región del Asia el punto de inicio de la Tercera Guerra Mundial. Sin dudas, la guerra es un buen camino para mantener su poderío. Y sus extraordinarias ganancias, por supuesto.

¿Economía capitalista de mercado o economía socialista planificada?

PBI

La economía estadounidense no va muy bien; la china sí. El caso chino es increíble, digno de estudio profundo. Cuando el PBI de todos los países cayó en estos dos años de crisis sanitaria, el de China se mantuvo, y ya volvió a crecer.

Los avances científico-técnicos que está alcanzando dejan estupefactos: un sol artificial producto de la fusión nuclear que generaría energía limpia infinita, la computadora cuántica más rápido del mundo, trenes de alta velocidad que dejan absortos, obras de ingeniería tan osadas que ni Le Corbusier hubiera podido imaginar, inteligencia artificial y robótica impresionantes, tecnologías 5G y 6G para las comunicaciones únicas en el mundo, investigación espacial que ya comienza a superar a rusos y estadounidenses, un vehículo interplanetario en viaje hacia Júpiter, misiles hipersónicos que apabullan al Departamento de Estado norteamericano, misiles que pueden destruir los refugios contra ataques nucleares, y un sinnúmero de proezas que muestran un poderío creciente.

Habiendo comenzado a construir su revolución desde 1949, con las posteriores políticas de apertura introducidas por Deng Xiaoping a partir de 1978, el gigante asiático, sin abandonar el ideario socialista, combinando la planificación estatal con mecanismos de mercado, logró alcanzar y en cualquier momento superar a Estados Unidos, dejando atrás en forma definitiva la pobreza crónica de buena parte de su población.

Deng Xiaoping

De todos modos, el socialismo que allí se está construyendo abre preguntas, incluso dudas razonables. El artífice de esos cambios, el referido Deng Xiaoping, pudo decir que “ser rico es glorioso”, lo cual no condice mucho con la ética socialista. ¿No queda otra alternativa que introducir incentivos individuales para aumentar la producción? ¿Por qué las reformas que quiso implementar Gorbachov en la Unión Soviética, incluso las propuestas de AlexéiStajánov en la década de 1930, no prosperaron, y en la China sí? Lo cual lleva a pensar: ¿cómo se le puede dar forma realmente al socialismo? ¿Estamos condenados a que “el ojo del amo engorda del ganado”, o es posible una nueva ética de solidaridad?

Se ha dicho muchas veces que el actual planteamiento chino, con su socialismo de mercado, está más cerca de Keynes que de Marx. No está claro si ese es el espejo en que debe mirarse la clase trabajadora mundial, si ese es el camino emancipatorio para las grandes mayorías planetarias. La Nueva Ruta de la Seda ¿es la solución a los problemas del Sur global? Está por verse. Por lo pronto, no caben dudas que, aunque con una explotación al modo capitalista sin par -jornadas extenuantes, salarios bajísimos- los trabajadores chinos en su conjunto han visto mejorar sustancialmente su nivel de vida.

La acumulación originaria que al capitalismo europeo le costó no menos de un siglo, diezmando al África y a los pueblos originarios de América para construir su prosperidad, China la realizó en 20 años sin invadir ningún territorio.

Carlos-Marx

Ahora bien: el ideario socialista apunta a la puesta en marcha de una cultura nueva, de “productores libres asociados”, como dijera Marx, viendo eso como el punto al que nos conduciría una revolución socialista, estableciendo en algún momento del desarrollo humano aquella máxima de “De cada quien según su capacidad, a cada quien según su necesidad”. Todo indica que aún estamos lejos de ello.

Rusia, que ya no es socialista en su estructura, puede desarrollar una guerra que, aunque difiere de las infames tropelías de las cometidas por la OTAN y Estados Unidos, no deja de ser cuestionable.

Por supuesto, el discurso dominante del capitalismo occidental ve en la “operación militar especial” de Ucrania la más aberrante violación de los sacrosantos derechos humanos, tachándola de genocidio, mientras olvida la más que interminable lista de atentados, invasiones, muertes, torturas, bombas atómicas, napalm, campos de concentración, cárceles clandestinas, espionaje, control planetario, armas de destrucción masiva e imposiciones varias que viene realizando sistemáticamente desde tiempos inmemoriales. Decir hipocresía queda corto en la ocasión.

Che Guevara

En el socialismo se trata de edificar un mundo nuevo, en todo sentido. Construir ese nuevo sujeto que vertebra el ideario socialista, ese “hombre nuevo” que pedía el Che Guevara (¿“hombre” como sinónimo de humanidad?, ¡qué machismo! se podría decir… Mejor digamos: “humanidad”. Todo el mundo tiene una titánica tarea por delante entonces: el patriarcado, el racismo, el adultocentrismo, la cultura vertical, nos constituyen).

La experiencia demuestra que ese ser solidario, basado en principios socialistas, con una nueva ética, es harto difícil. De momento, sabemos que es una utopía, un punto hacia el que querríamos dirigirnos, pero aún falta mucho por hacer. En la Unión Soviética se comenzó a construir algo de eso, pero 70 años de socialismo no fueron suficientes para lograrlo a cabalidad.

Boris Yeltsin y Vladimir Putin

Por ejemplo: Boris Yeltsin, todo un cuadro del Partido Comunista, terminó cediendo a las potencias occidentales vendiendo el país al mejor postor. O el actual presidente Vladimir Putin, formado en la ortodoxia marxista, un cuadro de la seguridad del Estado, representa hoy a una nueva oligarquía surgida de la otrora burocracia estatal del Partido Comunista, con ideas ultra nacionalistas, religioso y homofóbico, habiendo vuelto a introducir la figura de dios en la Constitución de su país. O su asesor político, el filósofo y politólogo AleksandrDuguin, también producto de la educación soviética, hoy presenta un pensamiento ultra nacionalista que raya más en confusas ideas filo-nazis que en el materialismo histórico. O el presidente de Ucrania, VolodimirZelensky, también formado en la Unión Soviética, regresando a esquemas capitalistas hoy se deja mandar como marioneta por Washington dándole cabida a grupos neonazis de ultra derecha, permitiéndose manejos tan deleznables como el montaje de Bucha.

Todo esto no significa que la causa del socialismo fracasó, sino que es sumamente difícil darle forma. Pero ahí sigue estando como esperanza. Sin dudas: ¡la única esperanza! Del capitalismo ya nada puede esperarse, más que guerras, ganancias por unos pocos y sufrimiento para las grandes mayorías.

La actual Federación Rusa, heredera de una potencia socialista, transita hoy una economía tan capitalista como cualquier miembro de la Unión Europea. Como estructura capitalista que es, comete las mismas tropelías que cualquier empresa capitalista en cualquier parte del mundo, y también a lo interno con sus trabajadores.

El stajanovismo de la época soviética, sin dudas cuestionable por idolatrar el esfuerzo personal, ya no está, pero de algún modo es lo que existe ¿Cómo entender, si no, el paso de cuadros comunistas a empresarios? Es decir: hoy en Rusia se explota el trabajo de otro. Lo más patético: los actuales explotadores son muchos de los cuadros de la Nomenklatura de antaño.

La piedra basal del capitalismo es esa: la explotación de la clase trabajadora. “Todo el capital de nuestros banqueros, comerciantes, fabricantes y grandes terratenientes no es más que el trabajo acumulado no remunerado de la clase trabajadora”, dijo con precisión Friedrich Engels. Verdad irrefutable. Eso lo hace una reciclada empresa estatal rusa ahora devenida privada, una monumental empresa china que paga salarios bajísimos o una multinacional occidental que exprime a sus trabajadores en no importa dónde sea, el Norte próspero o el Sur famélico.

La cuestión es ¿por qué se recae siempre -al menos hasta ahora- en esos esquemas? ¿Por qué el socialismo retrocedió a mecanismos capitalistas? La construcción de una alternativa no capitalista, lo vemos, es tremendamente difícil. La explotación del otro no es genética…, pero casi pudiera parecerlo. Obviamente no lo es. Sin embargo, construir esas alternativas cuesta mucho, tremendamente mucho. Los milenios de sociedades basadas en la diferenciación de clases nos pesan, nos construyen, nos amarran. El desafío es romper esas cadenas.

¿Puede el mundo multipolar ser socialista?

Planeta Tierra: patria de la humanidad. De momento estamos bastante lejos de eso. Hoy, en un mundo enteramente globalizado donde los valores dominantes son capitalistas -recordemos la frase de DengXiaoping- el socialismo parece algo muy lejano.

ag/mc

*Catedrático universitario, politólogo y articulista argentino.

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