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viernes 20 de septiembre de 2024
comunicación-holográfica

Llamado a no perder las esperanzas (II y final)

El mundo en que vivimos ya no es el de la industria naciente de mediados del siglo XIX; hoy las cosas se mueven en otra lógica, apelando a herramientas antes impensables: comunicación holográfica, computación cuántica, internet de las cosas y de los sentidos, nanotecnologías aplicadas a las neurociencias, viajes interplanetarios, producción de vida artificial, clonación.

Todo ello muestra profundos cambios en la producción humana, en la forma en que se genera la plusvalía, en las armas con que cuenta el sistema para defenderse; por eso es preciso y urgente repensar los términos de las luchas.

Por lo pronto hoy, segunda década del siglo XXI, el socialismo como sociedad preámbulo del comunismo (la sociedad sin clases, donde se buscaría construir un mundo de mayor justicia y equidad) parece haber salido de agenda.

Lo máximo a que podría aspirarse –según la ideología dominante– es a un capitalismo con rostro humano, un capitalismo “menos depredador”. Ya no se habla de revolución, de lucha de clases, de explotación, aunque todo eso sigue existiendo (es la savia misma del sistema).

La sociedad global, en términos generales, marcha cada vez más hacia posiciones de derecha conservadora. Planteamientos neofascistas y xenófobos rondan por allí.

discriminación sexual

Si bien es cierto que en algunos campos ha habido avances sociales (lucha contra el patriarcado, contra el racismo, contra la discriminación sexual), lo cual puede dar la impresión de una sociedad global que se “moderniza” y “libera” cada vez más, visto en su conjunto, el sistema capitalista planetario excluye y somete a mayores cantidades de seres humanos.

Estos avances, definitivamente muy importantes, no emancipan si no se dan articulados todos al mismo tiempo con una mejora real en el ámbito socio-económico.

“El sistema capitalista vive de esta economía ficticia…”

El capitalismo fue tornándose cada vez más financiero. Hoy día asistimos a una economía bursátil basada en especulaciones sin sustento real en una producción material. Muchas de las hiper-fortunas que circulan son forzamientos especulativos que no aportan absolutamente nada a la gran masa trabajadora mundial. En cierta forma, el sistema capitalista vive de esta economía ficticia, amparada siempre en una fuerza militar inapelable que lo defiende.

robotización del trabajo

Por otro lado, los procesos de desarrollo de la productividad llevaron a una super mecanización y robotización del trabajo que termina excluyendo cada vez más a seres humanos de carne y hueso.

En ese sentido, las tecnologías no ayudan al bienestar general, sino que benefician solo a minúsculos grupos de poder, hundiendo en forma creciente a la enorme masa trabajadora mundial, la que se encuentra a inicios del siglo XXI igual o peor que a inicios del siglo pasado (desaparece la lucha sindical, las condiciones laborales empeoran, la siniestralidad del trabajo aumenta).

Todo esto pareciera indicar que al gran capital no le interesa mantener tanta población en el mundo, lo que lleva a pensar en grupos “viables” y –aunque parezca mentira– poblaciones “sobrantes”.

“Las guerras constituyen el gran negocio, el más grande de todos”

Las guerras siguen marcando buena parte de la dinámica mundial (más de 50 frentes de combate abiertos actualmente, no solo el de Ucrania, que por razones políticas tiene tanta prensa).

Más allá de las pomposas –pero nada creíbles– declaraciones sobre paz y convivencia pacífica, el sangriento enfrentamiento mortal sigue estando presente día a día.

Hoy, en un mundo regido básicamente por el capitalismo con la supremacía del dólar impuesto por su potencia hegemónica, Estados Unidos, las guerras constituyen el gran negocio, el más grande de todos. Por supuesto, se benefician de ellas las minúsculas élites que las provocan y fabrican los armamentos; el campo popular las sufre. El llamado a un internacionalismo proletario solidario donde los combatientes dejen las armas para confraternizar como clase trabajadora global yendo contra las oligarquías (“Trabajadores del mundo: ¡uníos!”), no prospera.

China y Rusia

Junto a todo lo anterior, la experiencia ha demostrado que solo países enormes, como China o Rusia, pueden enfrentarse al gran capital, sin que necesariamente la victoria esté asegurada.

Países pequeños y con escasos recursos (solo producción agropecuaria, poca capacidad industrial e infraestructura científico-técnica instalada, pequeña capacidad militar) pueden llevar a cabo una revolución socialista, pero luego cuesta horrores mantenerla. Y, si costó muchísimo décadas atrás, con un campo socialista desarrollado de pie que ayudaba, hoy día, en soledad, esos pequeños países se encontrarían en una situación muy compleja, sin mayores posibilidades de sobrevivencia.

El materialismo histórico, en tanto ciencia que permite comprender todas estas dinámicas y fijar líneas de acción, sigue vigente. Sus verdades fundamentales continúan siendo absolutamente válidas (no ha muerto, como se declaró infinitas veces).

Sin embargo, no por negar sus principios básicos, sino para ajustar esa herramienta de análisis a las nuevas y cambiantes realidades, debe profundizarse el estudio de la situación actual a fin de entender elementos desconocidos en el momento de su formulación teórica, a mediados del siglo XIX: nuevos sujetos revolucionarios, construcción del socialismo en un solo país, el papel de las vanguardias revolucionarias, las transformaciones en la dinámica capitalista, temas olvidados como la vocación de poder de los seres humanos (las disputas de poder, que pueden hacer fracasar procesos revolucionarios, también están en las izquierdas), nuevas tecnologías de manipulación y control poblacional de un impacto impresionante, desarrollo monumental de las fuerzas militares-represivas, arquitectura global del actual sistema-mundo.

Todo lo anterior puede hacer pensar en que el horizonte socialista ya no es posible, que quedó como “utopía juvenil irrealizable”. Quizá sea necesario replantear las formas de lucha, porque lo conocido, en este momento no pareciera ser un camino muy prometedor.
“El triunfo omnímodo del gran capital no excluye cambios”

Evidentemente, la correlación de fuerzas en la actualidad muestra un triunfo omnímodo del gran capital sobre la clase trabajadora global. Pero ello no significa que no se necesiten los cambios.

Hoy la tarea inmediata sigue siendo 1) unión de las fuerzas de izquierda tan dispersas que existen, 2) organización de las bases populares, 3) impulsar un contra-mensaje ideológico no-capitalista, con nuevos valores (solidaridad, rechazo al consumismo y al individualismo), 4) unidad programática y de acción de todos los colectivos sojuzgados: asalariados varios, mujeres, pueblos originarios y etnias excluidas, jóvenes, marginados y explotados diversos por el sistema, y 5) una conducción clara con proyecto revolucionario posible acorde a las circunstancias históricas (tomando en cuenta todo lo arriba expuesto).

Sin lugar a dudas, la tarea es titánica. Pensar que nos excede es aceptar que el campo popular fue derrotado e, indirectamente, que “la historia terminó”, como se declaró exultante cuando caía el Muro de Berlín. Pero ni lo uno ni lo otro: la clase dominante ahora se muestra vencedora, pero si el amo tanto y tanto se defiende (con guerra ideológica, con armas sofisticadas, con controles planetarios a todo nivel) es porque sabe que, tarde o temprano, el esclavo abrirá los ojos.

Estas breves y mediocres reflexiones –más de charlatán de feria que sesudas investigaciones sociales– no son sino un reforzamiento para la lucha, un llamado a no perder las esperanzas. “Podrán cortar todas las flores, pero no detendrán la primavera”.

ag/mc

*Catedrático universitario, politólogo y articulista argentino.

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