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miércoles 27 de noviembre de 2024

La historia en la poesía de Neruda y Zurita

Por Kintto Lucas*

Para Firmas Selectas de Prensa Latina

 

Muchas veces los poetas se preguntan si la poesía sirve para algo. Más allá de aquel poema de Gabriel Celaya diciendo, diciéndonos, que la poesía es un arma cargada de futuro y exigiendo -exigiéndonos “poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día”-, la duda permanece.

El poeta argentino Juan Gelman diría que con un poema no tomarás el poder, ni harás la revolución  ni con miles de versos, y no servirán para que peones vivan mejor ni para enamorar a una mujer; sin embargo se sienta a la mesa y escribe.

También Gelman nos evidencia, volviendo a la poesía, “que  los poetas ahora la pasan bastante mal/ nadie los lee mucho/esos nadie son pocos/ el oficio perdió prestigio/para un poeta es cada día más difícil /conseguir el amor de una muchacha/ ser candidato a presidente/que algún almacenero le fíe/ que un guerrero haga hazañas para que él las cante/ que un rey le pague cada verso con tres monedas de oro”.

Pero aún así termina reivindicando la poesía cuando dice en ese mismo poema “Lo lindo es saber que uno puede cantar pío-pío / en las más raras circunstancias”.  Recurro a Gelman porque es uno de los poetas que mejor trató la historia reciente, desde la poesía.

Neruda reconstruye la historia a manera de una crónica poética. Zurita se moja en el dolor de lo que escribe.

Cuando el poeta decide recuperar la historia, en sus versos, tiene una carga demasiado grande, demasiado dura, demasiado pesada. Sobre todo porque la historia oficial se encargó de decir qué es lo que debe contarse, qué ocurrió, cuáles fueron los hechos que  pueden relatarse, cuál es la verdad, su verdad.

A esa realidad se suma el problema de cómo utilizar un lenguaje poético teniendo que contar hechos que marcaron la vida y la muerte de países o de generaciones, cómo lograr que la poesía rompa con esa historia tratada burocráticamente, a partir de imágenes que acerquen otra historia, con versos que no se transformen en una mera crónica histórica. Cómo utilizar el leguaje poético.

Muchos poetas buscaron y encontraron la respuesta de distintas formas. Pablo Neruda en Canto general nos golpea criticando la historia oficial, reconstruyéndola, como una denuncia perpetua desde el lenguaje, desde las imágenes. La poesía de Neruda es una crónica poética que reconstruye la historia como un testimonio de vida.

Raúl Zurita en Canto a su amor desaparecido, nos acerca la historia reciente con todo lo que eso significa, porque los hechos están ahí todavía ocurriendo. Todavía están los desparecidos en nuestras mentes, en nuestro recuerdo, todo es más cercano.

Nicho: desierto del país mexicano./ Bajo Méjico Nuevos yaces. El desierto/ mejicano cubrió primero de arena/ los murales, bajó por pensamientos/ y al llegar a la plaza, chicanales y/ estudiantes alzaban sus brazos, Fue/ jauría y masacre, más lograran subir/ unos escalones. Es como ruego/ y ansia subir se dice, pero así quedó/ la estampa Méjico 68 en fecha/ yace. Pedregal es nicho. Dice:/ ni piernas ni brazos, Dios amado./

Aunque en su Canto general hay poemas en que los hechos se pueden asumir más cercanos temporalmente, en muchos otros poemas Neruda mantiene una mayor distancia de los hechos que relata y la posibilidad de tratarlos con más racionalidad. Si bien podemos decir que esos hechos más distantes  también están presentes -porque la realidad de América Latina hubiese sido otra con otra historia-, hay un mayor distanciamiento.

Sin embargo en el poema a Miguel Hernández, la poesía de Neruda se puede emparentar con el Canto a su amor desaparecido, de Zurita. Hay un encuentro. Pero Zurita habla de los hechos que nos están golpeando ahora, entonces la poesía se involucra más en esos hechos, y los trata con otro sentimiento.

No estoy solo desde que has muerto. Estoy con los que te buscan./ Estoy con los que un día llegarán a vengarte./ Tú reconocerás mis pasos entre aquellos/ que se despeñarán sobre el pecho de España/ aplastando a Caín para que nos devuelva/ los rostros enterrados./ Que sepan los que te mataron que pagarán con sangre./ Que sepan los que te dieron tormento que me verán un día./ Que sepan los malditos que hoy incluyen tu nombre/ en sus libros, los Dámasos, los Gerardos, los hijos/ de perra, silenciosos cómplices del verdugo,/ que no será borrado tu martirio, y tu muerte/ caerá sobre toda su luna de cobardes./ Y a los que te negaron en su laurel podrido,/ en tierra americana, el espacio que cubres/ con tu fluvial corona de rayo desangrado,/ déjame darles yo el desdeñoso olvido/ porque a mí me quisieron mutilar con tu ausencia./

La poesía permite distintas formas de acercarse a la historia, de una forma que tal vez puede llegar más al lector, permite también utilizar un lenguaje y metáforas que no admite la crónica periodística. Pero esa fortaleza es también una debilidad porque no todo se puede decir en un poema. Sin embargo, lo poco que se diga, puede ser mucho para llegar más directamente al corazón que a la razón.

Ambos cuentan la historia de los derrotados, van contra la mirada oficial ya instalada, o que busca instalarse en el imaginario colectivo.

Cuando un poeta asume la historia la asume generalmente desde el corazón -desde el sentimiento que produce el hecho histórico- y no desde la razón, desde el razonamiento que provoca ese hecho. Entonces generalmente suscita un sentimiento similar.

Neruda elabora una poesía en la que razón y corazón intentan complementarse. Busca ir al corazón y al pensamiento racional del lector, en tanto Zurita elabora una poesía centrada en el corazón aunque también vaya al pensamiento.  La racionalidad de Neruda lo lleva a utilizar imágenes y palabras que sean comprendidas racionalmente por el lector y en Canto General se nota esa intención con un tono épico. Zurita, en cambio, innova, se moja en el dolor de lo que escribe y no recurre a una mirada épica, sino a una mirada desgarrada.

Los dos poetas cuentan la historia de los derrotados, de los olvidados -muchas veces a propósito- por la historia oficial, porque finalmente gran parte de la historia la cuentan los vencedores. Ambos van contra esa mirada oficial, ya instalada, o que busca instalarse en el imaginario colectivo.

Para entender mejor la poesía de Neruda, es importante recurrir al criterio de Mario Benedetti, quien lo define así: “Neruda rodea a la palabra de vecindades insólitas, pero no violenta su significado esencial; Vallejo, en cambio, obliga a la palabra a ser y decir algo que no figuraba en su sentido estricto. Neruda se evade pocas veces del diccionario; Vallejo, en cambió, lo contradice de con­tinuo”.

Y luego agrega que en “el caso de Neruda lo más importante es el poema en sí; en el caso de Vallejo, lo más importante suele ser lo que está antes (o detrás) del poema. (…) En Vallejo, la metáfora nunca impide ver la vida; antes bien, se pone a su servicio”.

Salvando las distancias, ocurre un poco lo mismo con Zurita: la metáfora no impide ver la vida que está atrás de los poemas, se pone a su servicio. Tal vez ahí radique una de las mayores diferencias entre Pablo Neruda y Raúl Zurita al tratar la historia desde la poesía.

ag/kl

 

*Periodista y escritor ecuatoriano-uruguayo.

Bibliografía:

Alemay Bay, Carmen, Residencia en la poesía: Poetas latinoamericanos del Siglo XX, Universidad de Alicante, PDF.

Benedetti, Mario. (1972). “Vallejo y Neruda: Dos modos de influir”, en Letras del continente mestizo, Montevideo: Arca, 1972, pp. 35-39)

Millares, Selena, De Vallejo a Gelman. Un siglo de poetas para Hispanoamérica, Universidad de Alicante, PDF.

Neruda, Pablo. Canto general, PDF.

Zurita, Raúl, Canto a su amor desaparecido, Editorial Universitaria, PDF.

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