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jueves 16 de octubre de 2025

Con el Che y la bioética**

Por Luis Toledo Sande

Mucho más que una reseña cuidadosa, este libro* merece que se aprenda de él. Trata sobre alguien que se ubicó por firme voluntad y por derecho propio entre quienes han tenido el acierto de entender que el conocimiento no es para regodearse en él como si fuera un lujo o fuente de provecho personal, sino que debe servir para transformar el mundo, y transformarse a sí mismo.

Con esa perspectiva, las presentes líneas prefieren ser una invitación a la lectura de un libro sobre el cual cada quien, además de disfrutarlo, tendrá ocasión de hacer su propia valoración. Aunque riguroso y especializado, no es precisamente un libro para especialistas. No porque ellos- y ellas- tengan poco que buscar y hallar en sus páginas, sino porque aborda un asunto que, de tan significativo para la condición humana, no admite quedar confinado en foros o en lo que- en términos elitistas, o mancos para lo vital urgente- podría considerarse solo cuestión de responsabilidad profesional.

No es que el volumen no abunde en iluminaciones profesionales plasmadas con profesionalidad- dicho sea con toda la redundancia que el caso admite o pide-, sino que lo recorren de principio a fin conceptos que, siendo fundamentales en las ciencias médicas, y vistos a propósito de un médico, rebasan ese ámbito. Son de interés para el comportamiento humano y la necesidad de alcanzar un desarrollo civilizatorio que parece alejarse en un mundo en peligro de despeñarse por una creciente barbarie.

Que el libro comience por dirimir sobre matices que diferencian y vinculan la moral y la ética se inscribe en la conciencia del autor sobre la significación que el tema escogido tiene más allá de su libro y para calar a fondo en la personalidad en la cual se centra. En el año en curso la obra llega al público gracias a una edición que enriquece la que también Ediciones Santiago auspició en 2006.

En ese intervalo el texto ha rendido al Che un homenaje asociado con hechos relevantes de su trayectoria, pero el saldo mayor del texto honra esa trayectoria en su conjunto, aunque sea vista centralmente en lo que el título anuncia: la “existencia bioética” del médico guerrillero. Ya eso apunta a la noción de la vida como responsabilidad y entrega.

El autor, Ricardo Hodelín Tablada, contó con una notable bibliografía-que honró- y con los frutos de la vocación y el ahínco que le han permitido ser doctor en Ciencias Médicas y alcanzar un reconocido desempeño como neurocirujano, esto último en el Hospital Provincial Clínico Quirúrgico Saturnino Lora, de Santiago de Cuba. Académico titular de la Academia de Ciencias de Cuba, es miembro de la Red de Bioética de la UNESCO, de la de la Unión de Historiadores de Cuba, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y de la Sociedad Cultural José Martí, así como miembro fundador de la Sociedad Antillana de Historia de la Medicina.

Ricardo Hodelín Tablada: Ernesto Che Guevara. Tributo a una existencia bioética, prólogo de José Ramón Acosta Sariego, Santiago de Cuba, Ediciones Santiago, 2da. ed., 2025.

En particular para el libro que estas líneas saludan ha tenido de su lado una maestría en Bioética, parte de su exploración del tema. Pero el bagaje para su tarea se nutre asimismo de otros afanes y logros investigativos. Nacido en Santiago de Cuba en 1964, ostenta la titularidad como profesor y como investigador, y en esta última vertiente suma la condición de Investigador de Mérito.

Entre los resultados de sus indagaciones figuran cerca de diez libros. Uno de ellos, Enfermedades de José Martí, con ediciones dentro y fuera de Cuba, recibió en 2008 el Premio Martiano de la Crítica Medardo Vitier, y, en 2021, la distinción que se recibe como premio de los lectores: Pluma de Cristal, auspiciada por la Biblioteca Ñico López, del municipio habanero de La Lisa —que reconoce así el libro más leído en ese territorio durante el año—, con el apoyo de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y el Instituto Cubano del Libro.

A esos lauros se suman otros que jalonan su currículo, como el Premio de la Academia de Ciencias de Cuba en 2013, 2019, 2020 y 2024, y, en 2023, la Orden Carlos J. Finlay, otorgada por el Consejo de Estado. Entre los resultados de su labor investigativa cuentan además varios cientos de artículos, y el libro La inocencia de los patriotas. Fermín Valdés Domínguez y los estudiantes de Medicina, publicado en 2025 y ganador del Premio Anual de Salud, que otorga el Consejo Nacional de Sociedades Científicas de la Salud. Ha participado en foros y dictado conferencias en Cuba y en otros países.

Su acercamiento al ideario bioético de Ernesto Che Guevara es valioso en sí mismo y por las luces que el tema aporta a la fragua ideológica y científica de la humanidad y, en especial, de la sociedad cubana. Basta pensar en el sentido de responsabilidad general, y bioética en particular, que se requiere para atender desafíos como los vinculados con la eutanasia, que- bien entendida y aplicada- puede ser una vía para librar de sufrimientos inútiles a seres humanos o- mal pensada y ejercida- una puerta para crímenes.

Aun sin llegar a un terreno límite como ese, el ejemplo del pensamiento y los actos del Che son de gran valor en un mundo donde a la Medicina- la salud- se le enrumba cada vez más por intereses del mercado, y no por las verdaderas exigencias de los derechos humanos entendidos en su plenitud. En semejante contexto ofrece luz especial la actitud solidaria de un médico formado bajo- y contra- los designios capitalistas, de un profesional que desde su juventud mostró su capacidad de entrega tanto en un leprosorio donde estuvo de paso como en todos los actos de su vida, incluyendo su entrega a la lucha armada por la liberación de pueblos.

Su ejemplo conserva plena vigencia no solo ante la maquinaria médica del capitalismo. Lo conserva también, y de modo directo, para fines como los de una Cuba que, en acto de fidelidad al programa del Moncada, desde el triunfo de 1959 apostó por un sistema de salud pública ejemplar, un sistema que asumiría carácter socialista, como la Revolución que lo forjó, y que se ha visto- se ve- amenazado por peligros externos e internos.

En un camino cuyo final no se vislumbra, el bloqueo ha llegado al extremo de querer privar a Cuba de oxígeno necesario para salvar a enfermos de la Covid-19, y persiste en su saña de frustrarle al país agredido su desarrollo científico en general y particularmente en la salud. Esta, junto con la educación, ha sido uno de los terrenos donde más se ha mostrado su carácter humano la Revolución que los imperialistas buscan derrocar para volver a enseñorearse en Cuba.

Los costosos efectos del bloqueo se aprecian no solamente en las áreas mencionadas, sino en todas, empezando por la calidad de la vida, en función de la cual puso la Revolución sus mayores recursos materiales y su programa dignificador. Las penurias de la vida cotidiana se manifiestan en las posibilidades prácticas del sistema de salud de afán socialista, y son aliadas de hechos objetivos y subjetivos contrarios a él.

Hasta en condiciones de ingreso hospitalario puedan faltar medicamentos- incluso de producción nacional- que los pacientes, o sus familiares, se ven en la necesidad de adquirir en un mercado ilícito que enriquece a negociantes interesados en acumular ganancias. Eso representa un duro golpe simbólico y práctico para el sistema de salud cubano.

Si, además, hay quienes durante su formación profesional se ven también llevados a comprar, por vías generalmente irregulares, recursos necesarios en sus prácticas, se crean condiciones para la prolongación de lo indeseable: por entre las bondades de la socialización formal y de las mejores intenciones pueden prosperar hechos que, como los cobros indebidos, son medularmente contrarios al sistema de salud pública.

Frente a (contra) todo eso, mucho tienen que hacer las lecciones que de modo natural brotan de la existencia bioética personificada por el Che. Los hechos remiten no solo a su condición de médico, sino, ante todo, a la voluntad revolucionaria y a los actos de quien tuvo una conducta coherente con lo que predicaba. Como otros grandes luchadores por la equidad, no cabía en “lo común de la naturaleza humana”, pero para todos y para todas ofrece un paradigma de actitud y pensamiento.

Si ante exigencias de la lucha renunció a ser en primer lugar médico para cumplir su vocación de revolucionario integral, de transformador de la sociedad, su ejemplo para los profesionales de la Medicina no cesó ni menguó por ello: creció con las enseñanzas vivas de quien fue un combatiente tan radical con las armas como con las ideas, y con su conducta ciudadana.

La austeridad y el sentido justiciero que encarnó- y que mostró tanto al rechazar los que otros por sus méritos podían considerar “derechos naturales”, incluso un humilde pan “adicional”- continúan siendo cardinales para los empeños en pos de la justicia social y para la vocación de sacrificio. Son condiciones sin las cuales no habrá afanes socialistas que valgan.

También o fundamentalmente visto desde esos ángulos, el legado del Che es vital. No por gusto desde su primer encuentro se fraguaron entre él y Fidel Castro la identificación y la unidad que los hermanó en la lucha revolucionaria. Cuando se cumplen cincuenta y ocho años del asesinato del primero en Bolivia, y se ha entrado en el año del siglo del nacimiento del segundo, vale especialmente glosar palabras con que el guía de los hechos del 26 de Julio se refirió a José Martí en su primer siglo: ¡Cuba, qué sería de ti si dejaras morir a tu Guerrillero Heroico y a tu Comandante en Jefe, a tu Líder!

También en eso hace pensar el nuevo libro del médico e investigador Ricardo Hodelín Tablada.

rmh/lts

* Ricardo Hodelín Tablada: Ernesto Che Guevara. Tributo a una existencia bioética, prólogo de José Ramón Acosta Sariego, Santiago de Cuba, Ediciones Santiago, 2da. ed., 2025.

**Tomado de Cubaperiodistas

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