Por Andrés Mora Ramírez*
Especial para Firmas Selectas de Prensa Latina
Los frentes de batalla política, social, económica y cultural se multiplican por todas partes en América Latina, mientras nos adentramos en lo que el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, en una entrevista para el diario argentino Página/12, definió como un momento de “retoma” parcial del poder y la iniciativa política por parte de la derecha en varios países, y repliegue de las izquierdas y el progresismo latinoamericano en general, en medio de una crisis económica que se prolonga sin soluciones a corto plazo.
En este escenario, la disputa por la hegemonía y definición de los horizontes de futuro -en una región donde hace un par de años los procesos nacional-populares pusieron en marcha con éxito una diversidad de proyectos caracterizados por la búsqueda de alternativas al dominio de los organismos financieros internacionales y el Consenso de Washington-, va cediendo poco a poco terreno al proyecto de la restauración conservadora.
Viejos y nuevos peligros emergen en la esfera pública amenazando la continuidad de las conquistas sociales de los últimos 15 años y, en algunos casos, infligiendo heridas profundas al tejido institucional de las democracias que, hacia finales del siglo XX, emergieron del oscurantismo de las dictaduras militares, y hoy se revelan frágiles y precarias ante la acción concertada de los poderes fácticos.
La nueva variante de golpes de Estado aplicada en Honduras, Paraguay y Brasil, perpetrados por los poderes legislativo y judicial; la guerra económica y las maniobras desestabilizadoras en Venezuela; el ajuste económico neoliberal y el guiño oficialista a los represores y genocidas en Argentina; las estrategias diplomáticas para desmantelar el MERCOSUR y la integración regional -en beneficio de la Alianza del Pacífico- son algunos ejemplos del arsenal que despliega la derecha en la región y que Estados Unidos apoya y promueve desde las sombras.
Mientras el candidato del Partido Republicano a la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump, insiste en levantar un muro en la frontera con México -costeado, además, por ese país-, la candidata del Partido Demócrata, Hilary Clinton, proclama sin sonrojo la excepcionalidad estadounidense:
“Estoy convencida de que somos la última esperanza de la Tierra”, “Somos la ciudad que brilla en lo alto de la colina” fueron algunas de las frases proclamadas durante el acto de campaña en Ohio. Ambas tesis son tributarias de uno de los supuestos ideológicos fundamentales del imperialismo: la supremacía de una nación sobre la barbarie a la que deben civilizar como destino manifiesto.
Es indudable que vienen tiempos aún más difíciles para nuestra América. Pero, como bien señala el vicepresidente García Linera, la generación de latinoamericanos de la que somos parte tiene todavía fuerza, experiencia y esperanza suficientes para reorganizarse e impulsar una nueva oleada transformadora: “Entre otras cosas depende de lo que tú puedes hacer hoy en tu barrio, en tu universidad, en tu medio de comunicación, en tu poema o en tu teatro para articular sentido común, para impulsar ideas de lo colectivo o de lo comunitario”.
“Si en algún momento eso, por algo no calculado, se articula con otras iniciativas comunitarias, puede dar lugar a otro flujo. En una semana, en un año, en 10 años. Lo importante es que tú luches y te organices -subraya. Si no te alcanza la vida, vendrá el siguiente que se sumará a lo que hiciste, para que el sí pueda ver que viene un flujo. Las revoluciones son así”.
Resistir para vencer parece el destino inexorable de América Latina.
ag/am