Por Kintto Lucas*
Para Firmas Selectas de Prensa Latina
La vida nos coloca, a veces, en momentos difíciles de describir con palabras. Momentos casi mágicos en los que uno comprende que la cultura, el arte, la música, tienen instantes y espacios en los cuales se reinventa el sentido mismo de la vida. La vida se inventa y se vuelve a inventar y se reinventa nuevamente en esos momentos.
Ver, escuchar, y casi volar con la Orquesta Filarmónica de Berlín -el primero de enero de este año- interpretando la Novena Sinfonía de Beethoven o el Himno a la Alegría. como es más conocida, nos coloca ante uno de esos momentos. Un momento de emoción, de creación, de arte, en que uno mismo se reinventa un poco y se siente tocado por un sentimiento un tanto misterioso que nos trasmite una fuerza que está más allá y más acá de nosotros mismos.
Setenta músicos, grandes solistas, un coro de más de 120 personas, un director que vive la música, el teatro de la filarmónica repleto y un público que vibra. Son momentos que se quedan en la piel y en la memoria, tal vez irrepetibles. El instante es ese. Lamentablemente, no puedo trasladarles el momento, pero puedo invitar a que nos vayamos a volver para escuchar la Novena de Beethoven en otro momento…
El último movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven, para solistas y coro, está basado en el poema Oda a la Alegría, del poeta alemán Friedrich von Schiller. Una música y un poema que caminan en el tiempo como símbolos de libertad. Pero, siendo un momento único en su creación, Schiller no fue solamente autor de ese poema. Schiller es uno de los dramaturgos más trascendentes de la Europa del siglo XIX con obras como Los bandidos, Guillermo Tell, con una gran influencia de Shakespeare, con dramas intensos, lenguaje e imágenes muy fuertes.
Fue, además, junto a Goethe, uno de los pensadores más importantes de Alemania en reivindicar los ideales de igualdad, libertad y fraternidad. Asumió el arte y la cultura como partes fundamentales en la construcción de un proyecto liberador. En su ensayo “Sobre la educación estética del hombre”, afirma: “La construcción de la auténtica libertad política… es la más completa de todas las obras de arte”.
Ahora podríamos irnos a caminar por una versión más nueva de la Oda a la alegría, interpretada por los cantantes Miguel Ríos, Ana Belén y Joan Manuel Serrat entre otros, unidos a un gran coro. Es una interpretación colectiva, parte de un momento único en el camino de reivindicación permanente de la alegría. En defensa de la alegría, diría el querido Mario Benedetti.
Las distintas versiones del Himno a la Alegría muestran y demuestran que solo el arte y la creación pueden irse a volver por los tiempos. Pueden ser la parte más viva de los tiempos. Y en esa parte más viva de los tiempos, hay momentos que se quedan en la piel y en la memoria, momentos tal vez irrepetibles, como entrar en la biblioteca Ana Amalia en Weimar, la ciudad de Schiller y de Goethe.
Weimar es casi un homenaje al pensamiento libre, y esa biblioteca de un millón de libros, con un edifico de estilo clásico y otra parte más moderna, es como un homenaje al libro. Cuando uno entra en ese mundo, parece estar entrando en la vida de los libros, en el corazón, en el alma de los libros. Es una biblioteca única. Hay pocas bibliotecas únicas en el mundo, dónde el libro es parte del camino de la gente, parte de la rosa de los vientos. La rosa de los vientos es, también, la propia vida en una canción del grupo Mago de Oz.
Pero, todas las bibliotecas pueden ser espacios mágicos, donde uno puede encontrar lecturas-aventuras y vidas inimaginables, pues si uno entra a ellas, camina por sus pasillos y recorre sus estantes, puede ser que abra algún libro y aparezca Proust, o Cortázar, o Guimaraes Rosa, o Jorge Icaza, o Joyce. Puede que pase algo similar a lo del film “La rosa púrpura de El Cairo” y que algún personaje, en lugar de saltar de la pantalla, salte de las páginas a la realidad del lector.
El mundo de una biblioteca, muchas veces olvidadas por las autoridades de la cultura, está lleno de magia, como el mundo del libro. Pero imaginemos que entramos a una biblioteca, imaginemos que tomamos un libro cualquiera, imaginemos que disfrutamos de ese libro… Imaginemos que nos cuenta de un viejo que lucha con el mar, con un gran pez, y nos habla de la realidad de los caseríos que están en la orilla y, a través de ella, de la vida y sus entretelones, que nos habla de un capitán que escribe versos a su amada, que vive y muere en cada verso, en cada batalla.
O que nos dice historias de una Maga que no saca conejitos de la galera, pero hace magia caminamundeando por París. Mejor no imaginemos, entremos a una biblioteca, entremos a la imaginación… Pero luego, detengámonos por unos momentos en Rebelión en la Granja de George Orwell. Aunque esta vez no entraremos por las puertas del libro sino a través de la creación de Pink Floyd en Animals.
Desde la música, también podemos entrar al mundo de un gran libro. La imaginación en el camino de la creación es también un instante único. Un momento en que, de alguna manera, el creador o la creadora se reinventan a sí mismos, reinventando la vida misma.
Hay un poeta portugués que, de tanto hacer poesía, se convirtió en decenas de poetas. Se hizo de una vez y para siempre muchos poetas. Es uno y muchos. Su soledad es la de uno y la de muchos. Mientras recorro la biblioteca de Fernando Pessoa, ese portugués poeta, en Lisboa, veo que la imaginación del portugués es también un instante único de la poesía, un instante único de la vida misma.
La imaginación de los poetas puede ser también instantes que se quedan en la piel y en la memoria de los tiempos. Único es también el Museo del Fado, esa música portuguesa llena de melancolía, donde me encuentro con poemas del poeta portugués, musicalizados por grandes cantantes de fado. Ahora podríamos irnos a volver para escuchar. Há uma música do povo, Hay una música del pueblo, un fado basado en un poema de Fernando Pessoa y que en una parte dice así: “Hay una música del pueblo / No sé decir si es un fado / Pero me consuela tanto /
La vaga e triste canción / Que mi alma ya no llora / Ni tengo ya corazón”.
De la Novena Sinfonía de Beethoven interpretada por la Orquesta Filarmónica de Berlín caminamos por momentos que nos brindan la música, el arte, la literatura, instantes de sensibilidad y libertad que nos da la creación. Momentos de la vida misma. Ahora, recuerdo a Tracy Chapman interpretando Why?, en 1988, durante un evento de Amnistía Internacional.
Hermosa canción, gran interpretación, otro momento único en el camino. Los momentos únicos de la creación no se repiten. Dice la canción algo así como: ¿Por qué los niños se mueren de hambre.¿ Cuando hay suficiente comida para alimentar el mundo? ¿Por qué cuando somos tantos todavía hay gente sola? El amor es odio? La guerra es paz? El no es sí? Entre todas estas preguntas y contradicciones hay algunos que buscan la verdad. Es una canción que se escucha entre lágrimas.
Pero las lágrimas, a veces, también son instantes únicos. La creación puede recoger la lágrimas y hacerlas poesía, hacerlas vida en la vida. Desde las lágrimas me surgió este poema:
El mundo todavía no se inunda de lágrimas,
no se cubren los continentes
ni los ríos, ni las plantaciones
ni las maquilas de lágrimas.
No hay tantas lágrimas como para crear un océano,
mucho menos un mar, o laguna, o pozo.
El naufragio de la humanidad no fue en un mar de lágrimas,
ni en el Mediterráneo, donde hoy mueren por miles.
Las lágrimas no provocan naufragios
ni siquiera olas,
mucho menos tsunamis.
Cada lágrima es diferente a la otra,
las de Palestina
no son iguales a las de Siria
o a las de Ayotzinapa,
y hay muchas que desaparecen,
se secan, pierden la sal,
el condimento de la vida y la muerte
que solo tienen las lágrimas
Las lágrimas son como la mirada de Ibero
acusan y perdonan, viven y mueren
entre grandes edificios o entre montes y helechos
pero no sienten a modo de exorcismo
el aroma de la tierra
y el canto de los grillos.
Hay lágrimas que se pierden en los ríos
y lágrimas que se pierden en el corazón.
Ricardo Reis no tenia lágrimas
porque no era quien creía ser
era y no era la misma persona
y sus lagrimas estaban confundidas,
no se atrevían
entonces no lloraba,
tal vez por eso pensaba
que incluso siendo luz,
las lágrimas nunca iluminarán la noche.
Cuando uno recorre una exposición del gran artista catalán Joan Miró también recorre un momento único como único fue el instante de su creación en cada obra. Entonces podemos recorrer diversos mundos a través del arte. El mundo temprano. El mundo tardío. El mundo sin retorno. El mundo de los otros. El mundo de las caras y de las más caras. Caras y más caras. Metamorfosis del mundo. Cuerpos que cambian. Miradas que cambian. Acróbatas, monstruos.
Pero si vemos bien, tal vez al recorrer una exposición de Miró nos encontremos también con cronopios y famas, aquellos personajes de Julio Cortázar que surgieron de un momento único en la creación literaria. La pintura de Miró y las letras de Cortázar caminan juntas. Como la pintura de Miró, la literatura de Cortázar surgió de un momento, de un mundo en metamorfosis. En realidad son parte de la metamorfosis de un momento. Y no sé bien por qué, ahora se me ocurre recordar aquel viejo Cuento sin moralejas, de Julio, pero leído por él mismo, con aquella voz tan particular.
De los momentos únicos de Joan Miró y Julio Cortázar podemos irnos a vivir una canción compuesta por los uruguayos Mauricio Ubal y Ruben Olivera interpretada por el grupo Rumbo. Una canción que también se constituyó en un instante único de la creación contra la dictadura. Un himno a la alegría contra la dictadura, que decía:
“Volverá la alegría a enredarse con tu voz / A medirse en tus manos y a apoyarse en tu sudor / Borrará duras muecas pintadas / sobre un frágil cartón de silencio / y en aliento de murga saldrá./ A redoblar, a redoblar, a redoblar muchachos esta noche / cada cual sobre su sombra, / cada cual sobre su asombro a redoblar, desterrando, / desterrando la falsa emoción… / el beso fugaz, la mascarita de la fe… / A redoblar muchachos la esperanza / que su latido insista en nuestra sangre / para que ésta nunca olvide su rumbo. / Porque el corazón no quiere entonar más retiradas.”
Comencé con la Oda a la Alegría y termino con la canción A Redoblar, porque no hay duda que la alegría siempre regresa, se va a volver de momentos en momentos por la vida de la creación, pero regresa…
ag/kt