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domingo 24 de noviembre de 2024

El Caribe, de nuevo, en el epicentro de la tormenta

Por Andrés Mora Ramírez*

Para Firmas Selectas de Prensa Latina

 

Desde hace cinco siglos, el Caribe ha sido el epicentro de grandes disputas geopolíticas y comerciales entre imperios y potencias europeas, cuyos desenlaces parciales, con avances y retrocesos de unos y otros actores, influyeron de manera decisiva en el devenir político, cultural y económico de las formaciones sociales de esta región de nuestra América, en concreto de las Antillas, México, América Central, Colombia y Venezuela.

El control colonial de sus territorios continentales e insulares, el dominio de sus aguas como rutas comerciales, la explotación de sus recursos naturales y la sumisión de los distintos pueblos -originarios e implantados por la esclavitud-, que a lo largo del tiempo confluyeron en este espacio geográfico y ambiental, son elementos que se encuentran en la raíz del desarrollo capitalista Noratlántico y en la génesis del fenómeno imperialista moderno.

Como escribiera el trinitario Eric Williams en su libro clásico Capitalismo y esclavitud, publicado originalmente en 1944, “cuando Colón, en representación de la monarquía española, descubrió el Nuevo Mundo en 1492, desencadenó la larga y amarga rivalidad internacional sobre las posesiones coloniales” para la que “todavía no se ha encontrado solución”[1]

A finales del siglo XIX, José Martí caracterizó al Caribe como el escenario de la lucha mayor no sólo por la independencia postergada de las Antillas, sino también por la construcción del equilibrio del mundo. Son numerosas las crónicas, artículos y cartas en los que desarrolla esta idea, pero acaso sea en El tercer año del Partido Revolucionario Cubano, de 1894, donde mejor lo expresa:

José Martí caracterizó al Caribe como el escenario de la lucha mayor, no sólo por la independencia postergada de las Antillas sino también por la construcción del equilibrio del mundo.

“En el fiel de América están las Antillas, que serían, si esclavas, mero pontón de la guerra de una república imperial contra el mundo celoso y superior que se prepara ya a negarle el poder, mero fortín de la Roma americana”; pero de alcanzar su libertad Cuba y Puerto Rico, que tal era la empresa que acometían entonces los patriotas de ambas islas, Martí creía que “serían en el continente la garantía de equilibrio, la de la independencia para la América española aún amenazada, y la del honor para la gran República del Norte, que en el desarrollo de su territorio (…) hallará más segura grandeza que en la innoble conquista de sus vecinos menores, y en la pelea inhumana que con la posesión de ellas abriría contra las potencias del orbe en el predominio del mundo” [2].

En 1969, en su libro De Cristóbal Colón a Fidel Castro, el intelectual dominicano Juan Bosch, con una perspectiva de análisis de más largo aliento, consideró al Caribe como  frontera imperial y “objeto de la codicia de los poderes más grandes de Occidente y teatro de la violencia desatada entre ellos”. Su historia, en consecuencia, es la de “las luchas de los imperios contra los pueblos de la región para arrebatarles sus ricas tierras, es también la historia de las luchas de los imperios, unos contra otros, para arrebatarse porciones de lo que cada uno de ellos había conquistado; y es por último la historia de los pueblos del Caribe para libertarse de sus amos imperiales”.

Para Bosch, prescindir de estos elementos en el estudio de las realidades de esta parte del mundo, impediría comprender “por qué en esa región no ha habido paz durante siglos y por qué no va a haberla mientras no desaparezcan las condiciones que han provocado el desasosiego”[3].

Es en este contexto histórico en el que debemos situar las nuevas sanciones decretadas por Estados Unidos contra Cuba, Nicaragua y Venezuela, anunciadas recientemente por el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, en Miami, frente a un auditorio enardecido de veteranos de la fallida invasión a Playa Girón en Cuba. Las medidas, a todas luces arbitrarias e ilegales, afectarán el comercio, el pago con divisas, el turismo, el envío de remesas, entre otros aspectos, con los que Washington pretende asfixiar las economías de estos países y provocar crisis sociales, como parte de sus planes para forzar cambios de gobierno e imponer dirigentes afines a sus intereses.

La Doctrina Monroe está viva y bien, para que todos lo oigan, se ufanó Jon Bolton, reivindicando el talante imperialista de la política exterior de Washington en su guerra contra América Latina

Bolton, mirando de reojo a Rusia y China, y con el horizonte electoral de las presidenciales de noviembre de 2020, aprovechó la ocasión para reivindicar el talante imperialista de la política exterior de Washington para nuestra región: “Hoy en día, proclamamos con orgullo para que todos lo oigan: la Doctrina Monroe está viva y bien”, declaró.

Con los antecedentes conocidos de las relaciones interamericanas, y en medio de una crisis de hegemonía que sangra a los Estados Unidos desde hace varios lustros-incapaces ya de ejercer influencia en el mundo que no sea de otra manera sino recurriendo a la extorsión, el engaño y la agresión descarnada-, poco sorprende el recurso del argumento imperialista en esta nueva rabieta de los funcionarios de la Casa Blanca en su guerra contra América Latina.

Al fin y al cabo, no se trata sino de la reafirmación de la rapiña imperialista desatada contra los pueblos centroamericanos y caribeños desde hace más de un siglo de dominación norteamericana. Pero esa sistemática agresión también explica la tozuda resistencia que ha sabido germinar en nuestros países en la búsqueda -no exenta de tropiezos, pero rica en aciertos- de caminos propios.

Y ante la nueva circunstancia, cuando el gigante que lleva siete leguas en las botas amenaza con otra intervención militar, no cabe equivocarnos en la expresión de nuestra solidaridad ni en el apoyo a los que batallan por la defensa de su dignidad, del ejercicio de la soberanía y el derecho a la autodeterminación. Frente a la guerra, la opción es la paz. Frente al imperio, la opción es la humanidad y la integridad de nuestra América.

ag/am

 

*Docente e investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Costa Rica.

Referencias bibliográficas

[1] Williams, E. (2011). Capitalismo y esclavitud. Madrid: Traficantes de Sueños, p. 29.

[2] Martí, José (1894). El tercer año del Partido Revolucionario Cubano. En: Hart-Dávalos, Armando (comp.) (2000). José Martí y el equilibrio del mundo. México D.F.: Fondo de Cultura Económica. Pp. 240-241.

[3] Bosch, J. (2012). De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial. Caracas: Fundación Editorial El perro y la rana, p. 19.

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