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jueves 25 de abril de 2024
elecciones eeuu

Imperfecciones permanentes e inherentes, o eventuales e inducidas en la “Democracia” de los EE.UU. (II y final)

En 2000, por ejemplo, la mayoría de los electores estadounidenses votaron por el candidato del Partido Demócrata Al Gore. Siguió un drama nacional prolongado sobre los pedacitos de papel colgados y los votos del Colegio Electoral en el estado de Florida, y la Corte Suprema de EE. UU. ,finalmente, entregó las elecciones a George W. Bush, quien se hizo un nombre por sí mismo destrozando a Afganistán e Iraq, junto con el idioma inglés.

Una sorpresa, con cierto nivel de influencia de personajes tan distintos como Jeb Bush (gobernador del estado que decidió la presidencia para su hermano) y Elián González, cuyo fracasado intento de secuestro contrarrevolucionario, catalizó la más alta votación pro Republicana por los “cubano– americanos” en el sur de ese estado. George W. Bush ganó Florida por unos cientos de votos (537 exactamente), y con el torcido método de los votos del Colegio Electoral, llegó a la presidencia de la nación.

Desearía remarcar que, entonces, los dos condados decisivos, Miami- Dade y Broward, tradicionalmente baluartes del Partido Demócrata, el voto por los Republicanos creció en 79 mil 834 y 35 mil 69, respectivamente, en relación con los comicios anteriores. De ellos de 34 mil a 37mil fueron boletas extras para el Partido Republicano, de parte de los cubanos- americanos, como castigo porque la Fiscal General Janet Reno, de forma sorprendente, hizo cumplir la ley y entregó al menor de edad a su padre, como exigía la más básica justicia. Es muy llamativo el comparar esa cifra de decenas de miles de votos, con la diferencia de votos que le dio la amañada “victoria” a George W. Bush en el estado y por ende en todo el país.

Jeb Bush, George W. Bush y Al Gore

También en 2016, la candidata presidencial “demócrata” Hillary Clinton, engreída y holgazana como pocas, ganó el voto popular, pero perdió las elecciones ante Trump. Esto fue, nuevamente, gracias a las maquinaciones del Colegio Electoral, una reliquia de la era de la esclavitud cuya naturaleza arcana y enrevesada fue diseñada para dar más poder a los estados esclavistas y asegurar que la “democracia” nunca sería, ya sabes, democrática.

Además, está el “gerrymandering” o redistribución de las circunscripciones electorales para favorecer a un partido o al sistema en su conjunto. Esta es una tradición tan estadounidense como el pastel de manzana, en la que las legislaturas estatales partidistas se involucran en una redistribución de distritos electorales para diluir el poder electoral de la demografía que probablemente votará por el partido contrario. Imagínese que escándalo formaría la Casa Blanca por una acción similar en Venezuela o Nicaragua.

Luego está el tema de la financiación de campañas y la gran cantidad de dinero que se destina a todo el proceso electoral: fondos que sin duda podrían usarse para atención médica, vivienda asequible, educación o cualquier otra iniciativa que satisfaga mejor las necesidades de la población.

En 2010, la Corte Suprema revocó las restricciones de financiamiento de campañas para permitir que las corporaciones y los donantes adinerados tengan una mano más transparente en la compra de influencia política. En estas últimas elecciones intermedias, se esperaba que el gasto federal y estatal de las elecciones superara los 16 mil 700 millones de dólares, lo que las convierte en las elecciones intermedias más costosas en la historia de los EE. UU.

Y en septiembre, The New York Times descubrió que al menos 97 miembros del Congreso habían «comprado o vendido acciones, bonos u otros activos financieros que se intersecaban con su trabajo en el Congreso» o habían informado actividad financiera similar por parte de su cónyuge o hijo. Eso habla de una raqueta.

Sin duda, mientras que la democracia estadounidense consiste ostensiblemente en el “gobierno del pueblo” y todas esas cosas buenas, el sistema frustra cualquier aproximación al control popular real sobre cualquier cosa. Por supuesto, a los ciudadanos se les permite ir periódicamente a las urnas para participar en toda la farsa democrática y validar simbólicamente la continua tiranía de una élite bipartidista.

Y, sin embargo, incluso el ejercicio en gran medida cosmético del derecho al voto ha sufrido obstrucciones adicionales generalizadas después de las elecciones presidenciales de 2020, que dos tercios de los republicanos siguen afirmando que ganó Trump y no Biden. Numerosos estados han implementado restricciones de votación, desde la eliminación de los lugares de entrega de boletas hasta maniobras más creativamente siniestras como prohibir la distribución de agua a los votantes, lo que inevitablemente afecta de manera desproporcionada a los minoritarios que esperan en largas filas.

Hablando de desproporción, también está el asunto del Senado de los Estados Unidos, descrito en el New Yorker como el “cuerpo (en el sentido de organización) casi cómicamente desproporcionado que otorga a los 580 mil residentes de Wyoming el mismo poder de voto que los treinta y nueve millones de California”. Es un arreglo que también fue ideado en su tiempo para favorecer a los terratenientes blancos. Una vez más, la igualdad de representación nunca ha sido el nombre del juego. Hasta la fecha, EE. UU. ha tenido un total de no más de 11 senadores negros al mismo tiempo.

Una característica menos hablada, pero que sí estuvo presente en el subconsciente de todos en estas elecciones intermedias, es que la disminuida Pandemia ya alcanzó los 100 millones de casos y un millón 100 mil muertes (que es igual a las bajas mortales de las tres más mortíferas guerras de la historia de EE.UU. tomadas en su conjunto)

Defender a su pueblo y a su país es la primera función de cualquier gobierno. Estados Unidos, con la economía y el desarrollo tecnológico más grande del planeta, estuvo bien por encima del promedio mundial en índices tan críticos como “Número de Casos por millón de habitantes” y “Número de muertes por millón de habitantes”, que son a nivel mundial de 82 mil 116 y 849 respectivamente.

Esas cifras aquí son 298 mil 354 y tres mil 286. En otras palabras que EE.UU. ha tenido 3.63 y 3.87 veces más contagios y muertes que el promedio mundial, cifras aterradoras y una demostración de que las «prioridades del gobierno de los EE.UU no están dirigidas a defender los genuinos intereses de su pueblo y su pais».

tabla de datos

Este y otros factores están firmemente en las mentes de muchos estadounidenses como una evidencia del desastre de la administración Trump, “amortiguaron” la intensidad de la victoria republicana y evitaron que se produjera la muy traída y llevada “ola roja”. En otras palabras, el voto no castigó más al gobierno de Joe Biden, no porque sus resultados hayan sido bien inferiores a lo esperado, sino porque aún muchas personas recuerdan que el de Trump fue aún peor.

Con respecto a Cuba y a la mafia “cubano – americana”

Desde las elecciones de 1998, con el hermano del entonces Presidente George W., Jeb Bush, ganando la gobernación de Florida, el Partido Republicano ha controlado el gobierno de ese estado, ahora con el muy ultraderechista De Santis. Se reeligió el senador Marco Rubio, quien en su campaña se jactó de ser el autor de las políticas contra Cuba de Trump que, según él, Biden mantiene “por miedo al exilio cubano”.

Fueron también reelectos en Miami los tres representantes republicanos a la Cámara, quienes son los abanderados de la línea dura anticubana: María Elvira Salazar, Mario Díaz-Balart y Carlos Giménez.

Pero ojo, que ganen los partidarios de las políticas trumpistas contra Cuba no quiere decir que Donald Trump tenga allí garantizado el respaldo a una candidatura presidencial republicana en 2024.

El ahora gobernador republicano Ron De Santis se perfila ya como aspirante a la nominación republicana a la Casa Blanca frente al magnate y ex presidente, para lo cual tendrá que contar con ese aparato de presión, extorsión y propaganda política que está en manos de la ultraderecha cubanoamericana de Miami. Otro de esos aspirantes pude ser el ex- vicepresidente Mike Pence, quien acaba de denunciar abiertamente el papel de Trump durante el ataque el Capitolio y su renuencia a aceptar los resultados de las elecciones del 2020.

Pero debe quedar claro que Biden perdió Florida de manera decisiva, a pesar del apoyo que él le ha dado a la mafia cubano- americana. Mantuvo la política trumpista de máxima presión contra Cuba, combinada con la pandemia de Covid-19 cuando su administración negó a la Isla hasta el oxígeno medicinal. A pesar de todo eso, la ultraderecha miamense acusa a los Demócratas de ser socialistas y comunistas.

El gobierno de Biden mantiene el financiamiento millonario a los medios de todo tipo para la guerra psicológica contra Cuba, que han involucionados a formas de los 1960’s, como revela una encuesta de la Universidad de la Florida, con un discurso anticomunista aún más extremo, de odio; organizan y financian acciones terroristas en la Isla. Casi todos ellos mantienen vínculos con políticos republicanos electos este 8 de noviembre en la Florida.

En otras palabras, lo único que ha cambiado con Florida es que el gobierno Biden entiende con completa claridad que independientemente de lo que hagan para “enamorar” a la mafia cubano- americana, no hay “tutía” con Florida.
Consideraciones generales.

Antes de las elecciones intermedias, el presidente expresó que “la democracia está en la boleta electoral para todos nosotros”. No importa que él mismo sea cómplice de un panorama fundamentalmente antidemocrático en el que «una persona, un voto» nunca ha sido una opción, y en el que simplemente tratar de entender al Colegio Electoral puede causarnos un aneurisma cerebral.

Significativamente, la mayoría de los estadounidenses están a favor de reemplazar el sistema del Colegio Electoral con un voto popular directo. Pero escuchar a esa mayoría sería peligrosamente democrático.

A principios de este año, un informe de la Institución Brookings se preocupaba de que la democracia estadounidense estuviera “fracasando” y que, al hacerlo, Dios no lo quiera, pusiera en riesgo al capitalismo. La solución, según los autores del informe, era que los pesos pesados del capitalismo corporativo estadounidense intervinieran aún más en la política, es decir, hacer más de lo que convirtió al país en una plutocracia corporativa antidemocrática, en primer lugar.

En estas elecciones intermedias, una vez más se ha dejado dolorosamente en claro que la democracia electoral en EE. UU. es fallida. Pero dado que la “Democracia” estadounidense fue diseñada para ser, de hecho, anti democrática y pro-hegemónica, ¿No estará teniendo éxito precisamente por su fracaso? ¿No está de hecho cumpliendo con las razones mismas por la que fue concebida, es decir para que una real democracia nunca ocurra?

En realidad, el fascismo es parte inherente del capitalismo, y por supuesto está presente en EE.UU., lo cual se ha hecho más evidente en la era Trump. Para los fascistas. la muy limitada y obsoleta Constitución y, en sentido general, las leyes del país, son un obstáculo inaceptable. Esas leyes son para los demás, no para ellos mismos.

“Los que están en contra de la política están a favor de la política que se les impone” Berthold Brecht.

rm/jro

*Ingeniero cubano residente en los EE.UU.

José R. Oro
José R. Oro

José R. Oro Nació en Cuba en 1952. Geólogo de profesión, es autor de cuatro libros y más de 100 artículos especializados en minería, geología, ingeniería y medio ambiente y muchos otros de temas sociales, política y economía. Habla español, inglés, ruso y portugués. Experiencia en el desarrollo de grandes proyectos mineros y de infraestructura en Cuba, Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Finlandia, Estados Unidos y Canadá. Vive en Connecticut, Estados Unidos. Casado.

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